Con El Sueño de Babilonia vuelvo a mis temas de ensayo sobre Hollywood, volcando en el género novelístico mi pasión por una época y sus símbolos. Incluyo en la acción personajes reales del pasado procurando que revivan desde un segundo plano frente a al primer actor de este drama noir y sus comparsas. Conozco a fondo el género y los grandes clásicos, encabezados por Shakespeare, proyectando tragedias mechadas de ambiciones y conflictos.
Adoro entre los maestros del apartado a Dashiell Hammett por varias razones. Parte de ellas figuran en la trama. Por ello mi detective, además de ocultar conflictos interiores que saldrán a la luz en la trama, proyecta una mezcla de Sam Spade y Nick Charles; aunque asoman trazos característicos de la profesión, impresa singularmente en los filmes de los años ´40, sus héroes, la densa atmósfera que los envuelve, y mis propias características desentrañando el alma humana. Sin duda, algo idealizadas; huella delictual inevitable en los escritores.
Salvando la ficción troncal, la munición literaria es parte de la Historia y su veraz localización hasta en los mínimos detalles.
Si te subes a esta suerte de Time Machine viajarás a una época y su atmósfera, conociendo el ambiente de una industria, entonces organizada en grandes compañías que controlaban la edición y distribución de sus productos: los filmes. También al pequeño mundo neurótico e inestable de actores y productores, vinculado para el caso con la política de entonces.
En mis novelas (ésta es la cuarta no publicada) la veracidad de sus escenarios es de rigor. Incluso, lo que las estrellas o productores comentan y otros personajes del mundillo aquél de los grandes Estudios, y el escenario político o sindical realizaron en plena Depresión.
Con este relato el lector asimila una fracción localizada en la turbulenta Historia del Siglo XX.
Algunos colegas insertan personajes reales del pasado y el presente en sus tramas imaginarias. Funciona si les das vida.
A ellos y a todos…
Adoro entre los maestros del apartado a Dashiell Hammett por varias razones. Parte de ellas figuran en la trama. Por ello mi detective, además de ocultar conflictos interiores que saldrán a la luz en la trama, proyecta una mezcla de Sam Spade y Nick Charles; aunque asoman trazos característicos de la profesión, impresa singularmente en los filmes de los años ´40, sus héroes, la densa atmósfera que los envuelve, y mis propias características desentrañando el alma humana. Sin duda, algo idealizadas; huella delictual inevitable en los escritores.
Salvando la ficción troncal, la munición literaria es parte de la Historia y su veraz localización hasta en los mínimos detalles.
Si te subes a esta suerte de Time Machine viajarás a una época y su atmósfera, conociendo el ambiente de una industria, entonces organizada en grandes compañías que controlaban la edición y distribución de sus productos: los filmes. También al pequeño mundo neurótico e inestable de actores y productores, vinculado para el caso con la política de entonces.
En mis novelas (ésta es la cuarta no publicada) la veracidad de sus escenarios es de rigor. Incluso, lo que las estrellas o productores comentan y otros personajes del mundillo aquél de los grandes Estudios, y el escenario político o sindical realizaron en plena Depresión.
Con este relato el lector asimila una fracción localizada en la turbulenta Historia del Siglo XX.
Algunos colegas insertan personajes reales del pasado y el presente en sus tramas imaginarias. Funciona si les das vida.
A ellos y a todos…
