El asesino perfecto es aquél que actúa sin un móvil (aparente) para eliminar a su víctima; que no tiene relación con ella; que no mata por causa de un incidente; ni medió una disputa y un arranque de ira; tampoco es un asesino serial; ni un matón a sueldo, que tiene un modus operandi. Esta perfección origina que los asesinos circunstanciales sean difíciles de atrapar, ya que eligen a sus víctimas por la oportunidad, no la persona en sí. Y resulta mucho más perfecto, cuando el circunstancial es eventual, de una única ocasión.
Pensemos en un accidente automovilístico de los que todos los días ocurren en cualquier lugar del mundo. Si el conductor tenía intención de matar al atropellado, no es accidente sino homicidio. Pero ¿cómo demostrarlo, si son dos desconocidos, si no se han visto jamás, y nada les une? Por supuesto que algo les une, más bien alguien, y ese nexo se llama “El Contratista
Pensemos en un accidente automovilístico de los que todos los días ocurren en cualquier lugar del mundo. Si el conductor tenía intención de matar al atropellado, no es accidente sino homicidio. Pero ¿cómo demostrarlo, si son dos desconocidos, si no se han visto jamás, y nada les une? Por supuesto que algo les une, más bien alguien, y ese nexo se llama “El Contratista