Existe un mundo invisible que no entra por tus ojos, sino por uno de los sentidos más finos: el oído. La buena música nos conduce a un mundo interior de emociones, cambia nuestro ánimo y nos hace descansar con paz interior. Esa experiencia y sensación de plenitud también puede elevarnos hacia Dios. Obras maestras de la música sacra, compuestas para hablar con Dios, sintonizan nuestras palabras con los sentimientos, anhelos, deseos profundos, tristezas, dolores y alegrías. Oír cómo se reza cantando puede ser un camino más sencillo para llegar al Dios invisible y eterno y para comprender sus misterios. La música es la resonancia del Cielo en la tierra, el eco del paraíso en nuestro exilio. La música suministra voces y acompañamiento para la oración de los mortales. La música misma es oración. Un libro “conectado con la nube”, a través de una lista de reproducción musical y contenido multimedia, para aprender a orar, escuchando a los que oran con música.
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