Novela costumbrista, basada en hechos reales, situada en 1959, que muestra la mentalidad y el comportamiento de la España de aquellas fechas. La acción, situada en una zona geográfica de la sierra Onuba de Huelva, relata los cambios de unos poblados en los que la llegada de estudiantes de grandes ciudades, durante un verano, crean en unas poblaciones que han estado un tanto aisladas del comportamiento e idiosincrasias de un país que empieza a despertar tras la Guerra Civil, y aún quedan rescoldos de una concepción ya superada en una gran parte de la Nación.
Más de una docena de estudiantes de las más diversas carreras, llamados por el sacerdote con el que estudiaron el Bachillerato, responden a la llamada y se disponen a realizar una serie de misiones que ha concebido el párroco de cinco villas que tiene bajo su tutela religiosa.
La llegada de los jóvenes altera el tranquilo y aburrido mundo de todas las villas y, sobre todo, causan el despertar de las muchachas que en ellas viven, en su mayoría sin un futuro claro que no sea la rutina que han llevado sus madres, con un escaso horizonte de progresión. Ver y tratar con los forasteros les abre un panorama que no habían vislumbrado.
Uno de los forasteros, estudiante en la mitad de la carrera de medicina, se ocupará, dentro de sus limitaciones, a atender a los enfermos y accidentados de la zona, lo que le abre los ojos de la realidad de la medicina y su problemática, cuyo conocimiento real es en gran parte fruto de la lectura de novelas en las que la medicina es más romántica que una realidad cotidiana.
El verano, como la vida misma, se desarrolla entre luces y sombras, etapas buenas y malas, que hacen madurar no sólo a los habitantes de los pueblos que ven otras perspectivas y costumbres, también para las muchachas que conocen otro tipo de vida más alegre y útil para el futuro, sino también a los estudiantes de fuera de las aldeas que mejoran a todos los niveles por su entrega a los demás. Sin embargo, el triste suceso final da lugar a la gran sombra del verano que estuvo lleno de luces.
El contacto diario, los emparejamientos con los forasteros, cambios de costumbre, reuniones en grupos, excursiones, abren los ojos de ellas que ven la posibilidad de mejorar, bien por posibles evoluciones sentimentales, y también por una curiosidad e interés por el estudio que les puede liberar, como han hecho las más listas que han salido a estudiar fuera. Todo ello genera unas situaciones nuevas en las que hay, luces, sombras y tragedia.
En menos de tres meses el panorama de una gran mayoría de los habitantes da un cambio acusado que trocará la rutina habitual por una vida más rica y con un mejor horizonte. La vida con los habitantes, las relaciones entre las chicas jovenes y los estudiantes, y entre todos los habitantes y los invitados, colaborando en las obras previstas por el parroco, de gran beneficio para la comunidad, van creando situaciones sencillas y complejas que en el fondo son las luces y las sombras que llenan y conforman un verano que cambia las vidas de algunos de los que intervienen, tanto de los habitantes, como de los invtados que nunca volverán pero cuyos recuerdos quedarán en su mentes y corazones pues ha sido un mermorable verano.
Más de una docena de estudiantes de las más diversas carreras, llamados por el sacerdote con el que estudiaron el Bachillerato, responden a la llamada y se disponen a realizar una serie de misiones que ha concebido el párroco de cinco villas que tiene bajo su tutela religiosa.
La llegada de los jóvenes altera el tranquilo y aburrido mundo de todas las villas y, sobre todo, causan el despertar de las muchachas que en ellas viven, en su mayoría sin un futuro claro que no sea la rutina que han llevado sus madres, con un escaso horizonte de progresión. Ver y tratar con los forasteros les abre un panorama que no habían vislumbrado.
Uno de los forasteros, estudiante en la mitad de la carrera de medicina, se ocupará, dentro de sus limitaciones, a atender a los enfermos y accidentados de la zona, lo que le abre los ojos de la realidad de la medicina y su problemática, cuyo conocimiento real es en gran parte fruto de la lectura de novelas en las que la medicina es más romántica que una realidad cotidiana.
El verano, como la vida misma, se desarrolla entre luces y sombras, etapas buenas y malas, que hacen madurar no sólo a los habitantes de los pueblos que ven otras perspectivas y costumbres, también para las muchachas que conocen otro tipo de vida más alegre y útil para el futuro, sino también a los estudiantes de fuera de las aldeas que mejoran a todos los niveles por su entrega a los demás. Sin embargo, el triste suceso final da lugar a la gran sombra del verano que estuvo lleno de luces.
El contacto diario, los emparejamientos con los forasteros, cambios de costumbre, reuniones en grupos, excursiones, abren los ojos de ellas que ven la posibilidad de mejorar, bien por posibles evoluciones sentimentales, y también por una curiosidad e interés por el estudio que les puede liberar, como han hecho las más listas que han salido a estudiar fuera. Todo ello genera unas situaciones nuevas en las que hay, luces, sombras y tragedia.
En menos de tres meses el panorama de una gran mayoría de los habitantes da un cambio acusado que trocará la rutina habitual por una vida más rica y con un mejor horizonte. La vida con los habitantes, las relaciones entre las chicas jovenes y los estudiantes, y entre todos los habitantes y los invitados, colaborando en las obras previstas por el parroco, de gran beneficio para la comunidad, van creando situaciones sencillas y complejas que en el fondo son las luces y las sombras que llenan y conforman un verano que cambia las vidas de algunos de los que intervienen, tanto de los habitantes, como de los invtados que nunca volverán pero cuyos recuerdos quedarán en su mentes y corazones pues ha sido un mermorable verano.