Bob Sabbath pierde a su hermosa mujer a manos de un director de cine llamado Damocles, que la convoca para una película experimental y delirante. Bob está enamorado de su mujer, Damocles se la roba, y la traición es doble. Bob quiere recuperar a su mujer y falla. Hasta acá, parecería que hablamos de otra novela de realismo soso en clave teleteatro. Pero eso, la trama, la época, la subcultura urbana, es lo menos importante. Lo importante son los viajes que emprende Sabbath, viajes a los confines de la civilización. Viajes que se narran con el ritmo de una prosa extrañada, de una neutralidad oscura y alienígena. Chow no padece la pereza narrativa ni el culto a la espontaneidad como garantía carismática que con ladrillos de aire construye el imperio de los perezosos sutiles. Chow no reniega de la lengua local, pero también escribe, de a momentos, como si fuera el ventrílocuo de una traducción de las novelas policiales de James Hadley Chase. Por eso “El momento de debilidad” es algo nuevo en la literatura argentina. En base a algunas desprolijidades, parece ser obra de otro Salieri más de César Aira, pero no. La novela de Chow habla de un cambio de eje, una transición donde el realismo estalla ante la fuerza de la devastación. Ni decadencia ni descomposición, dos formas que adquiere la nostalgia de la modernidad vinculada al progresismo, sino más bien centelleos religiosos de lo antimoderno, vinculado al boicot y la defección. ¿Qué hay de real en unas ruinas del futuro? Esta pregunta ambivalente desde su formulación es el cincel que tornea la prosa de Bob Chow. (Hernán Vanoli)
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