Quien se interna en el pensamiento de Bernard Lonergan no puede quedar incólume, como quien lee la noticia de un hecho ocurrido a un tercero. Lonergan nos introduce en un camino de autoconocimiento en el que cada uno es su protagonista. Su afán fundamental fue enseñar a pensar. Es esta quizá la más íntima de nuestras actividades, la más propia, pero no siempre la desarrollamos correctamente de manera espontánea y pocas veces (quizá ninguna) nos hemos tomado el trabajo de entenderla. Esa fue la tarea emprendida por Lonergan y a la que nos invita. Se trata de que cada uno experimente el ejercicio de entender su modo de entender, de comprender cómo alcanza la comprensión, y así, alcance con más facilidad la luz del entendimiento.
Pero como no se trata esta de una operación realizada por una mónada, sino por un sujeto inteligente, entonces está en la raíz del entendimiento con otros. El entendimiento mutuo, el diálogo verdadero, eficaz, solo es posible sobre la base de los respectivos entendimientos. Así, ladrillo sobre ladrillo, peldaño tras peldaño, vamos construyendo nuestro conocimiento de modo dialógico, acumulativo, progresivo, ayudados por esa herramienta infalible que es la inteligencia cuando la enfocamos con honestidad sobre lo que no comprendemos aun de forma acabada, hasta que descubrimos el error, el límite, la falta.
En este sentido, el método trascendental es el marco general que permite poner en diálogo organizado la multitud de saberes diversos y se convierte por ende en la herramienta fundamental para el trabajo conjunto entre especialistas en diversos campos, desde las ciencias humanas, de la naturaleza, la filosofía o la teología, pasando, por supuesto, por las tareas más técnicas y cotidianas. El método trascendental es, por tanto, no solo el desafío de animarnos a entender, sino también de animarnos a emprender la tarea del entendimiento mutuo, de la transformación de una realidad que cada vez más necesita de visiones comprensivas e interdisciplinares que eleven nuestro mundo a posibilidades todavía inauditas.
Pero como no se trata esta de una operación realizada por una mónada, sino por un sujeto inteligente, entonces está en la raíz del entendimiento con otros. El entendimiento mutuo, el diálogo verdadero, eficaz, solo es posible sobre la base de los respectivos entendimientos. Así, ladrillo sobre ladrillo, peldaño tras peldaño, vamos construyendo nuestro conocimiento de modo dialógico, acumulativo, progresivo, ayudados por esa herramienta infalible que es la inteligencia cuando la enfocamos con honestidad sobre lo que no comprendemos aun de forma acabada, hasta que descubrimos el error, el límite, la falta.
En este sentido, el método trascendental es el marco general que permite poner en diálogo organizado la multitud de saberes diversos y se convierte por ende en la herramienta fundamental para el trabajo conjunto entre especialistas en diversos campos, desde las ciencias humanas, de la naturaleza, la filosofía o la teología, pasando, por supuesto, por las tareas más técnicas y cotidianas. El método trascendental es, por tanto, no solo el desafío de animarnos a entender, sino también de animarnos a emprender la tarea del entendimiento mutuo, de la transformación de una realidad que cada vez más necesita de visiones comprensivas e interdisciplinares que eleven nuestro mundo a posibilidades todavía inauditas.