La relación entre la religión y la política, y más en particular, entre la Iglesia y el Estado, ha dado lugar a lo largo de los siglos a diferentes figuras históricas.
Entre la Iglesia y las democracias políticas existirá siempre una tensión irreductible, una distancia entre el legítimo ideal que la Iglesia propone y las condiciones reales en que dichas democracias se desenvuelven. La Iglesia debe descubrir en cada momento la manera de inspirar evangélicamente la democracia en el pleno respeto de sus reglas y procedimientos. También en este tema la historia debe ser maestra de vida, y nosotros estamos llamados a ser sus discípulos atentos, humildes y desapasionados.
Entre la Iglesia y las democracias políticas existirá siempre una tensión irreductible, una distancia entre el legítimo ideal que la Iglesia propone y las condiciones reales en que dichas democracias se desenvuelven. La Iglesia debe descubrir en cada momento la manera de inspirar evangélicamente la democracia en el pleno respeto de sus reglas y procedimientos. También en este tema la historia debe ser maestra de vida, y nosotros estamos llamados a ser sus discípulos atentos, humildes y desapasionados.