El drama de las adicciones es una realidad dolorosa, un problema que
ya se ha “instalado” en la sociedad contemporánea y que parece
desbordar las capacidades de comprensión y de acción de los
estudiosos y de quienes están encargados de prevenir y solucionar esta
desgracia. Como es bien sabido, en las últimas décadas el problema se
ha venido complicando, alargando y agudizando a pasos de gigante,
entre otras cosas porque la edad de inicio es cada vez más temprana y
las condiciones psicosociales siempre más complejas. Pero no
debemos bajar los brazos en nuestra lucha. Contamos de nuestra parte
con la fuerza que nos da la esperanza cristiana, es decir, la confianza
ilimitada en Dios, que es todopoderoso para sacar al hombre de las
tinieblas a la luz verdadera, incluso cuando esas tinieblas son las de las
mazmorras del vicio y de la dependencia más cruel. Y confiamos
también en la poderosa fuerza de obstinación del espíritu humano,
hecho a imagen y semejanza de Dios, que nada puede derrumbar
fuera de su propia dejadez.
ya se ha “instalado” en la sociedad contemporánea y que parece
desbordar las capacidades de comprensión y de acción de los
estudiosos y de quienes están encargados de prevenir y solucionar esta
desgracia. Como es bien sabido, en las últimas décadas el problema se
ha venido complicando, alargando y agudizando a pasos de gigante,
entre otras cosas porque la edad de inicio es cada vez más temprana y
las condiciones psicosociales siempre más complejas. Pero no
debemos bajar los brazos en nuestra lucha. Contamos de nuestra parte
con la fuerza que nos da la esperanza cristiana, es decir, la confianza
ilimitada en Dios, que es todopoderoso para sacar al hombre de las
tinieblas a la luz verdadera, incluso cuando esas tinieblas son las de las
mazmorras del vicio y de la dependencia más cruel. Y confiamos
también en la poderosa fuerza de obstinación del espíritu humano,
hecho a imagen y semejanza de Dios, que nada puede derrumbar
fuera de su propia dejadez.