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    Sumisa de siete tigres

    Por Saray Gil Díaz

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    Acerca de este libro electrónico

    Cuando Nerea viaja a Rusia a trabajar lo que menos puede esperar en la vida es que su viaje puede convertirse en todo menos en algo relacionado a lo laboral. Cuando la despiden en su empresa y los siete rusos más sexys, tatuados hasta los dientes y dominantes, se obsesionan con ella hasta el punto de hacer cualquier cosa por tenerla entre sus garras.

    Nerea corría por las calles de la plaza más famosa de Moscú en el barrio comercial conocido como Kitay-gorod . Corría lo más rápido que podía por los 330 metros de largo que tenía y otros dos kilómetros más que tenía que correr en unos inmensos zapatos negros que no estaban hechos para correr. De la nada escucho un rugido que sintió como si el León más grande de toda áfrica fuese a saltar sobre ella, avanzó más rápido, tropezando con los adoquines mal puestos, miró sus pies y justo a su lado tenía un enorme tigre que la hizo saltar del susto cayendo de nalgas al suelo, suspiro de dolor acariciando sus nalgas y miró al animal de unos preciosos ojos verdes, sintiendo su cuerpo estremecerse, el animal se acercó, se agachó como un gato para tirarse jugando sobre ella, la reacción de ella fue lanzarle un guantazo que una mano paró casi cuando rozaba al inmenso tigre, miró arriba y los ojos grises de Alek Damikoich la miraban con furia en los ojos y el rostro contraído de furia.
    -¿Pretendías abofetear a un tigre?

    Nerea trato de soltarse de su agarre, pero le resultaba imposible.
    -Ha sido espontáneo.
    Él la cogió de la cadera alzándola con un brazo y chasqueo los dedos haciendo a los tigres irse dejándola petrificada.
    -¿Trabajas en un circo?
    Alek rompió a reír a carcajadas y de un solo movimiento de cabeza, el rostro se le volvió completamente serio, paso su gigantesco dedo gordo por su cuello hasta abrir su abrigo y enterrarlo entre sus pechos.
    -Me debes una.
    Una sonrisa malévola marcaba su rostro.

    -Yo no te debo nada.
    De un manotazo apartó la mano de su pecho y lo vio mirarla con furia en los ojos.
    -Casi te comen seis Tigres, menos mal que te he salvado la vida, pero en fin, me debes una y pienso cobrármela.
    Nerea gimió recorriendo su mirada por su rostro, su cuello y su pecho lleno de tatuajes llamativos.
    -¿Qué quieres de mí? yo no tengo nada.
    Él recorrió su cuerpo voluptuoso, lleno de curvas con sus gigantescas manos tatuadas por su increíble piel morena, sin apartar sus fríos ojos grises de sus ojos negros al igual que su hermoso cabello que acababa en sus gigantescas nalgas, un cabello que estando ella de rodillas y echada para atrás descansaría en sus nalgas o le haría cosquillas en las caderas mientras la poseía por detrás al mecerse entre sus estocadas mientras chillaba su nombre, salió de sus pensamientos y se lamió los labios ante sus ojos.
    -Quiero que vengas a cenar a mi castillo y seas nuestra para siempre.
    Nerea soltó una carcajada ante el comentario del ruso.
    -Te he dicho que no, no me gustas, ni tú forma de ser, ni tu cuerpo y tus hermanos menos aún.

    Nerea señalo sus brazos llenos de intrincados y coloridos tatuajes fingiendo nauseas provocándole a él un enfurecimiento que lo hizo enseñarle los dientes dejándola boquiabierta, Alek la sintió y se relajó mirándola fijamente.

    -Si te ponemos una venda en los ojos ¿Pensarías igual?

    Él le hablo al oído, pero ella no tardo en separarse de su increíble boca mirándola deseosa.

    -Sí, sería igual pero sin verte, suéltame que pareces un mapa de carretera con tantos tatuajes.
    Sintió a Alek apretarla más contra su pecho como si fuera una serpiente.
    -¿Y si te ató?

    Sus inmensos forcejeos no servían de nada, solo la hacían agotarse.

    -No me importa lo que me hagas, me dais asco, nunca me tendréis.
    Él tiro de ella fuerte haciéndola quedarse sin aliento mientras cogía su pelo tirando para atrás haciéndola mirar al cielo, dejando su cuello expuesto mientras acariciaba sus nalgas dejando sus brazos golpearlo, respiro su aroma y ronroneo alzando su rostro con besos hasta llegar
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