Un libro escrito con todo aprecio que demuestra que se puede llegar a pesar ciento diez libras en solamente veinte días. Un diario de todas las comidas a lo largo de la jornada completamente ilustrado. Comida saludable, normal y agradable.
En el 2015 yo pasé de dos a tres horas diarias en el gimnasio de lunes a viernes haciendo spinning (es bicicleta), aeróbicos, Pilates, abdominales Tai-Chi, y máquinas de pesas. Según yo esto me daba derecho para comer a partir del momento que salía del gimnasio (salía con hambre por supuesto). Por la tarde me colmaba de dulces, ya fuera alguna granita con crema batida, pastel, o café mocha con bastante azúcar y enrollados con chocolate. Todos los días me pesaba en el gimnasio y no pasaba de ciento diecisiete libras. Una vez bajé a ciento catorce libras; era un lunes pero ya para el jueves pesaba ciento diecisiete libras nuevamente.
Al final tuve que ver que era un círculo vicioso: matarme tres horas diarias ejercitándome en el gimnasio para después tener hambre y comer cantidades no pequeñas. Nada estaba haciendo. Le pagaba al gimnasio, me ejercitaba y comía y nunca llegaba a mi peso favorito: ciento diez libras.
Del 2006 al 2009 (tres años de verano a verano) pasé en un gimnasio exclusivo con instructores privados. El costo: doscientos dólares al mes (ya quisiera tenerlos ahorita). Todo fuera por un cuerpo perfecto, según yo. Adicionalmente a la rutina de una hora diaria de pesas pesadas de lunes a viernes y luego rutina de cardiovascular, llevaba la dieta estricta dada por mi instructora. Pero no podía pesar ciento diez libras porque me exigían crear masa muscular, y a mi lo que me gusta es ser delgada simplemente. Así que ahora presento esta rutina para lograr 110 libras.
En el 2015 yo pasé de dos a tres horas diarias en el gimnasio de lunes a viernes haciendo spinning (es bicicleta), aeróbicos, Pilates, abdominales Tai-Chi, y máquinas de pesas. Según yo esto me daba derecho para comer a partir del momento que salía del gimnasio (salía con hambre por supuesto). Por la tarde me colmaba de dulces, ya fuera alguna granita con crema batida, pastel, o café mocha con bastante azúcar y enrollados con chocolate. Todos los días me pesaba en el gimnasio y no pasaba de ciento diecisiete libras. Una vez bajé a ciento catorce libras; era un lunes pero ya para el jueves pesaba ciento diecisiete libras nuevamente.
Al final tuve que ver que era un círculo vicioso: matarme tres horas diarias ejercitándome en el gimnasio para después tener hambre y comer cantidades no pequeñas. Nada estaba haciendo. Le pagaba al gimnasio, me ejercitaba y comía y nunca llegaba a mi peso favorito: ciento diez libras.
Del 2006 al 2009 (tres años de verano a verano) pasé en un gimnasio exclusivo con instructores privados. El costo: doscientos dólares al mes (ya quisiera tenerlos ahorita). Todo fuera por un cuerpo perfecto, según yo. Adicionalmente a la rutina de una hora diaria de pesas pesadas de lunes a viernes y luego rutina de cardiovascular, llevaba la dieta estricta dada por mi instructora. Pero no podía pesar ciento diez libras porque me exigían crear masa muscular, y a mi lo que me gusta es ser delgada simplemente. Así que ahora presento esta rutina para lograr 110 libras.