El ser humano dedica una buena parte de su tiempo a comer, a hablar de comer, a conversar de todo en torno a una buena mesa y a cocinar. Es un tema que también está presente en los medios de comunicación y en el debate político, en que se habla a menudo de salud, derechos del consumidor, escándalos alimentarios… Al fin y al cabo el hombre es un «animal cocinero», según la expresión del sociólogo Marcel Mauss, y la cocina, una de las pocas formas de actividad humana verdaderamente universales, tan propias del hombre como el lenguaje. Para hablar de todo ello, y celebrarlo, se han sentado a la mesa un cocinero de renombre internacional, Andoni Luis Aduriz —al frente del restaurante Mugaritz—, y el filósofo y escritor Daniel Innerarity, en un maridaje de recetas y reflexiones que han dado en llamar ensayo de gastrosofía. En él, la reflexión pausada sobre las formas de cocina tradicional se acompaña de unos garbanzos verdes con patatas y flores de tomillo, y el debate sobre la trazabilidad de lo que comemos es la excusa para poner sobre la mesa un puñado de hebras de setas con pescado de lonja. A partir de ahí, la simbología de los alimentos, la abundancia de la oferta, la globalización del mercado de la comida y sus consecuencias, la desestructuración de los hábitos alimentarios y la evolución del oficio de cocinar comparten mantel con un risotto de flores y semillas, unas chuletas con mantequilla de lino y un flan cremoso con caramelo ligero. Porque, como explica Innerarity, «contra el prejuicio de considerar que el pensamiento es una distracción para la vida, hay que afi rmar exactamente lo contrario: se vive mejor pensando… En este caso, se come mejor —esto es, con más intensidad, con mayor responsabilidad, con un mayor gozo incluso— si se reflexiona».
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