«Cuando el honesto jugador decidió hacer el envite, y mientras sacaba la guita con la que apostar de su bolsillo, le dieron el cambiazo y no advirtió que habían movido un cubilete de lugar. Confiaba plenamente en lo que había visto unos segundos inmediatamente antes, y daba por seguro el lugar en el que se encontraba la bolita, pero cuando levantaron el cubilete que señaló, descubrió que estaba vacío, perdiendo así el dinero apostado. Ante las reiteradas protestas de la víctima, los timadores, que ya se habían hecho con la viruta, desaparecieron en un santiamén. Esta es una de las inagotables estrategias fraudulentas de los timos, que provocan día a día enormes pérdidas económicas a las personas y a los colectivos especialmente vulnerables, porque bellaquerías las hay a cientos. Y caer, caemos en ellas.»
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