En verano de 2007, EL PAÍS me sacó de mis tareas habituales en el área de la tecnología para recorrer España durante 15 días. La misión consistía en buscar lugares alejados del ruido turístico, contar veranos diferentes a los de los tour operator y enseñar pueblos que generalmente no salen en los periódicos, salvo si protagonizan algún lúgubre suceso. Para cubrir el ob-jetivo contaba con quince días, 2.000 euros, gasolina incluida, y dos días de ventaja sobre la fecha de publicación que, media-da la serie, se quedó en uno.
A las condiciones del periódico se añadieron otras personales: huir de autopistas, hoteles y ciudades, cubrir el máximo posi-ble de autonomías y conectar con los lectores -pese a las malas condiciones entonces del Internet rural- para satisfacer sus recomendaciones. Desde el iniciático Benidorm en el Mediterráneo al extremo de Catoira, en el Finisterre atlántico, se ofrece un mosaico de otras tierras de España, de pueblos y gentes anónimas, ajenas a estereotipos, loas y famas.
Años después de aquel verano del 2007, con sus 4.982 kilómetros recorridos en 12 días y 13 noches, sigo recordando esos paseos por España como una de las misiones más interesantes de mi carrera profesional. JAVIER MARTÍN
A las condiciones del periódico se añadieron otras personales: huir de autopistas, hoteles y ciudades, cubrir el máximo posi-ble de autonomías y conectar con los lectores -pese a las malas condiciones entonces del Internet rural- para satisfacer sus recomendaciones. Desde el iniciático Benidorm en el Mediterráneo al extremo de Catoira, en el Finisterre atlántico, se ofrece un mosaico de otras tierras de España, de pueblos y gentes anónimas, ajenas a estereotipos, loas y famas.
Años después de aquel verano del 2007, con sus 4.982 kilómetros recorridos en 12 días y 13 noches, sigo recordando esos paseos por España como una de las misiones más interesantes de mi carrera profesional. JAVIER MARTÍN