Pasillo toma dos días de la vida una familia, en los que el pasado se actualiza mediante diversas estrategias dramatúrgicas. Los personajes son reconocidos mediante sus movimientos corporales y por sus sonidos, especialmente por su respiración apnéica. Ese respirar sin naturalidad, y los movimientos que atraviesan el estrecho espacio de vida producen una partitura música-escénica particularmente tensa. Es así como Minyana desenvuelve su compleja materia poética, poniendo a dialogar lo habitual y lo extraño, lo íntimo y lo social con los registros corporales y sonoros de las subjetividades, mientras que disuelve ciertas oposiciones estáticas: monólogo-diálogo; habla-silencio; oralidad-escritura; exterioridad-inteririodad; vida-muerte. Estos polos se difuminan, almagaman y complejizan bajo su trama. Será el lector y el actor quienes necesiten de su cuerpo y voz para que el texto alcance toda su potencialidad, y aún con la ausencia textural de ciertas convenciones será la experimentación la que dé pautas al trabajo escénico.
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