Acaso la humanidad nunca se haya encontrado frente a problemas tan vastos como los que se le imponen hoy. Nuestro espíritu, si es lúcido, se ve compelido, por la extensión de los conocimientos históricos, sobre todo a partir del siglo XIX, no sólo a dominar el tiempo y a situar nuestra época en el seno de un desarrollo continuo que se desenvuelve desde hace milenios, sino que se ve impulsado también por la extensión de las relaciones internacionales, de la información, y de los medios masivos de comunicación, a “pensar el mundo”. Ya años atrás Paul Morand pudo titular uno de sus libros Nada más que la Tierra.
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