El sueño de la Malinche, escrita por Marcela del Río, en el año 2000, ha tenido varias ediciones: la primera dentro de la antología Cien años de teatro mexicano, en un CD-ROM, editado por la Sociedad General de Escritores de México, en 2002; después en papel, en otra antología: Mujeres en las tablas, editada por Juanamaría Cordones-Cook, y María Mercedes Jaramillo, publicada por la Editorial Nueva Generación, en 2005, en Buenos Aires, Argentina; posteriormente, en una tercera antología: Viajero sin equipaje, editada por Norma Román Calvo y publicada por la Editorial Pax, en México, en 2007. Hoy sale en Amazon, con prólogo de la Dra. Kandace Holladay, de la Universidad de Knoxville, Tennessee. La ilustración de la portada está tomada de una reproducción de la pintura al óleo de la propia autora, titulada: Malintzin. En teatro, el estreno mundial de El sueño de la Malinche tuvo su tuvo lugar en el Teatro Roxy Art House, de Edimburgo, Escocia, el 10 de marzo del 2005.
Mucho se ha discutido la vida de la Malintzin, sin embargo, en esta obra, la autora plantea la tesis difícilmente rebatible de que ella fue piedra angular de la historia del México de hoy. Nacida como princesa y heredera del reino de su padre, el tlatoani o en nuestro vocabulario, rey de su pueblo, se convierte en esclava después de que su padre muere en batalla peleando contra los aztecas, invasores de su reino, y la madre vuelve a esposarse. Por la ambición de su padrastro que desea que sea su propio hijo quien herede el poder del reino, la madre de Malintzin, sometida al nuevo esposo, regala a su hija a unos mercaderes que la venden como esclava al tlatoani de otro pueblo. De ahí el rencor de Malintzin, contra los aztecas, ya que es por ellos, que muere su padre y que ella pierde su status social.
Recuérdese que México no existía aún como nación unívoca; el territorio estaba dividido en poblados que eran verdaderas ciudades-estado, que se gobernaban por sí mismas. Esto echa por tierra todas las afirmaciones de que la Malinche fue traidora a su raza indígena, puesto que en aquella época, ni existía la palabra “indígena”, puesto que los pueblos estaban habitados por distintas tribus con diferentes nombres y centros de poder: mayas, aztecas, zapotecas, olmecas, etc. y ella no era azteca. Su pueblo estaba cerca de Coatzacoalcos y fue sometido por el emperador o tlatoani azteca. ¿Cómo puede entonces, dice la autora a través de la voz de la Malinche, llamar traidora a su raza a quien luchaba por la justicia de su pueblo sometido al yugo azteca? Su alianza con Cortés era natural, puesto que significaba la única forma de recuperar su status social y de vengar a su padre.
Esta obra no es sólo un texto dramático, sino una tesis para devolver a Malintzin su carácter de heroína de su pueblo y de guerrera que luchó en pro de la justicia para derrocar el poderío del imperio que sometió a su pueblo. ¿Cómo podía ella imaginar entonces, que Cortés representaba a otro conquistador aún más poderoso que el azteca?
Mucho se ha discutido la vida de la Malintzin, sin embargo, en esta obra, la autora plantea la tesis difícilmente rebatible de que ella fue piedra angular de la historia del México de hoy. Nacida como princesa y heredera del reino de su padre, el tlatoani o en nuestro vocabulario, rey de su pueblo, se convierte en esclava después de que su padre muere en batalla peleando contra los aztecas, invasores de su reino, y la madre vuelve a esposarse. Por la ambición de su padrastro que desea que sea su propio hijo quien herede el poder del reino, la madre de Malintzin, sometida al nuevo esposo, regala a su hija a unos mercaderes que la venden como esclava al tlatoani de otro pueblo. De ahí el rencor de Malintzin, contra los aztecas, ya que es por ellos, que muere su padre y que ella pierde su status social.
Recuérdese que México no existía aún como nación unívoca; el territorio estaba dividido en poblados que eran verdaderas ciudades-estado, que se gobernaban por sí mismas. Esto echa por tierra todas las afirmaciones de que la Malinche fue traidora a su raza indígena, puesto que en aquella época, ni existía la palabra “indígena”, puesto que los pueblos estaban habitados por distintas tribus con diferentes nombres y centros de poder: mayas, aztecas, zapotecas, olmecas, etc. y ella no era azteca. Su pueblo estaba cerca de Coatzacoalcos y fue sometido por el emperador o tlatoani azteca. ¿Cómo puede entonces, dice la autora a través de la voz de la Malinche, llamar traidora a su raza a quien luchaba por la justicia de su pueblo sometido al yugo azteca? Su alianza con Cortés era natural, puesto que significaba la única forma de recuperar su status social y de vengar a su padre.
Esta obra no es sólo un texto dramático, sino una tesis para devolver a Malintzin su carácter de heroína de su pueblo y de guerrera que luchó en pro de la justicia para derrocar el poderío del imperio que sometió a su pueblo. ¿Cómo podía ella imaginar entonces, que Cortés representaba a otro conquistador aún más poderoso que el azteca?