Heredero del expresionismo alemán, el cine de terror producido por la Universal a comienzos de los años 30 de la pasada centuria fue un bálsamo a la difícil situación social desatada en Estados Unidos tras el "crack" de Wall Street (1929). Pero también -y eso es lo que cuenta para el cinéfilo- el pórtico a uno de los pocos géneros del cine clásico que, tras la natural evolución, ha llegado hasta nuestras pantallas lleno de vitalidad. Aunque sus protagonistas procedían de las páginas más tenebrosas de la literatura anglosajona, el repertorio de la Universal alcanzó definitivamente las bases de la mitología concerniente al triunvirato de las tinieblas. Fue Tod Browning -que no Bram Stoker- quien dispuso que Drácula vistiera un frac. La impresionante cabeza cuadrada y claveteada de la abominación de Frankenstein es un hallazgo de Jack P. Pierce, no de Mary W. Shelley. El hombre lobo, cuya base literaria era menor, es, prácticamente, un invento de Curt Siodmak. Surgido en los albores de la pantalla sonora, el repertorio de la Universal fue el primero en valerse de los nuevos hallazgos técnicos para poner en marcha alguno de los mecanismos habituales del terror cinematográfico, desde el grito enloquecido de la bella cuando descubre al monstruo, hasta las puertas que chirrían misteriosamente.
Este sitio es seguro
Usted está en un sitio seguro, habilitado para SSL. Todas nuestras fuentes son constantemente verificadas.