¿Quién era realmente aquel insensato que decidió inventar el futuro? No han faltado respuestas a esa pregunta desde su muerte en 2011. Todas parciales. Para unos fue un visionario que alcanzó la gloria a pesar de sus molestas asperezas. Para otros, un tirano engreído con un toque de talento y una montaña de suerte. Para la gran mayoría, una insólita combinación de perspicacia e ineptitud, de encanto y soberbia. Fue, según el tópico, mitad genio y mitad cretino desde la cuna a la mortaja. En estos juicios, sin embargo, siempre falta algo, algo básico. Eso que a tantos escapa (la irreducible complejidad de un personaje furtivo) lo contienen estas páginas.
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