El dos de febrero de 2003 moría en Las Palmas de Gran Canaria Agustín Ferrera Troya. Para los que contra él han querido ejercer el olvido, Agustín fue un trabajador de las Administraciones Públicas, un avezado sindicalista y fundador, a su vez, de un sindicato. Pero para todos aquellos que el tiempo no dejó borrar su memoria ha sido quizás algo más: un símbolo de la sistemática exclusión que ha padecido la izquierda nacionalista en Canarias desde que una parte importante de sus cuadros se aliara con los mismos que la negaron tan solo para ocupar una nutricia parcela de poder. No obstante, ni unos ni otros se han dado cita jamás para homenajear su memoria; el puñado de amigos incondicionales que, cada dos de febrero, levantan su heineken a su salud no cuentan. Algunos pensarán que esto es poco relevante; que el mismo Agustín lo hubiera reprobado. Pero no es así. En la actualidad, cuando la izquierda, con buen criterio, ha querido participar de los beneficios de un pensamiento débil que la libere de todo vestigio de dogmatismo, más necesario resulta trabajar las emociones e incluso apelar a éstas para diferenciar su discurso de los del resto de las posiciones ideológicas. Máxime cuando, en el marco de una heterodoxia que se obliga conscientemente y por el bien de todos a construir sólo lo posible, poco queda de cuestionable que saber cuál es el objetivo, y esto sólo lo puede garantizar el permanente ejercicio de recuperar la memoria. Por eso que, de alguna forma, renunciar a la memoria de Agustín hoy en Canarias sea renunciar a la página más honesta de la historia de la izquierda nacionalista canaria. Y, en consecuencia, sea renunciar a que esta otra izquierda, como quiso siempre Agustín, pueda tener su propio espacio en Canarias. Los acontecimientos, como los olvidos, nunca son casuales. Obedecen a razones que resultan historiables. Hace más de nueve años que falleció Agustín Ferrera. El olvido de su persona es el mejor indicador de que la izquierda canaria lleva al menos nueve años muerta sin que nadie quiera hacer nada por recuperarla.
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