Por el pasillo del corredor, ubicado en el primer
piso interior del palacio de Milán, apareció la
figura de Leonardo Da Vinci. Su cabello alborotado,
hacía juego con sus barbas entreverando un color
entre lo rubio y blanco. Conforme se aproximaba
Luca Pacioli, el fraile se enfrentó a un rostro de
expresión fuerte; frente despejada, cejas pobladas,
ojos negros escrutadores, nariz alargada, próxima
al rictus de su boca, mostrando seriedad y entereza.
Pacioli, pensó:
-He aquí, la firmeza del pensamiento humano.
Leonardo, miró a Luca de arriba abajo. El fraile
se había bajado la capucha y asomaba su pelo
corto y rubio. Sonrió débilmente, pero sus ojos no
mostraron el ejercicio de ningún signo de alegría,
ni de tristeza, solo sus labios provocaron una leve
mueca.
Leonardo, pensó:
-Es como un tormo de hielo, sus números seguro
que son más explícitos.
-¡Venid a mi lado Luca Pacioli! Y permitidme
os de un abrazo fraterno entre toscanos – la voz
recia del pintor, hizo reaccionar a ambos.
- Me alegro mucho de conoceros, Leonardo -
respondió en dialecto toscano Pacioli, sabedor que
su interlocutor no dominaba bien el latín.
piso interior del palacio de Milán, apareció la
figura de Leonardo Da Vinci. Su cabello alborotado,
hacía juego con sus barbas entreverando un color
entre lo rubio y blanco. Conforme se aproximaba
Luca Pacioli, el fraile se enfrentó a un rostro de
expresión fuerte; frente despejada, cejas pobladas,
ojos negros escrutadores, nariz alargada, próxima
al rictus de su boca, mostrando seriedad y entereza.
Pacioli, pensó:
-He aquí, la firmeza del pensamiento humano.
Leonardo, miró a Luca de arriba abajo. El fraile
se había bajado la capucha y asomaba su pelo
corto y rubio. Sonrió débilmente, pero sus ojos no
mostraron el ejercicio de ningún signo de alegría,
ni de tristeza, solo sus labios provocaron una leve
mueca.
Leonardo, pensó:
-Es como un tormo de hielo, sus números seguro
que son más explícitos.
-¡Venid a mi lado Luca Pacioli! Y permitidme
os de un abrazo fraterno entre toscanos – la voz
recia del pintor, hizo reaccionar a ambos.
- Me alegro mucho de conoceros, Leonardo -
respondió en dialecto toscano Pacioli, sabedor que
su interlocutor no dominaba bien el latín.