En K40 se nos muestra un futuro cuasi inmediato que no es precisamente de color rosa, con EUA bajo el control de las compañías de seguros, y la lucha de unos científicos en contra de lo que es ya un precepto constitucional, mediante un microprocesador milagroso. Pero la existencia de un imperio asiático tras el invento genera una acción trepidante en la que parece envuelto un descendiente de Capablanca, uno de los más geniales jugadores de ajedrez de todos los tiempos, quien nos relata en tono ligero y confidente, los avatares de un espionaje industrial de capa y espada, que culmina como un drama de Shakespeare, en un "Ser o no ser: he aquí el dilema", disyuntiva que destruye o avasalla a los participantes en esta lucha.
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