Es… difícil de explicar. De forma breve, estoy enamorada del líder de mi manada. Una sociedad tribal a la que pertenezco desde que anoche, con la luna llena, mi cuerpo pasó de ser una joven de 21 años y metro sesenta a una bestia de dos metros a medio camino entre humano y lobo. Pero soy un peligro para todo el mundo que me importa, y sólo el líder puede enseñarme a controlar a La Bestia.
Mi nombre es Marta, y temo que mis padres siempre han intentado protegerme de este día. Ciega, hubiese sido mejor prepararme, en lugar de rezar para que nunca ocurriese. Ahora me veo sola, como adulta, abriéndome paso en un mundo que me es completamente nuevo, desconcertante, y peligroso. Como quizá sepas, en Estados Unidos hay comunidades bastante “cerradas”. Cerradas al extremo en que somos nuestro pequeño universo. Yo crecí en una de esas comunidades. Concretamente, Green Moon, un pequeño pueblo al borde de una reserva forestal. Un pequeño pueblo endogámico donde mi padre es el sheriff, mi madre la florista, y donde todo mundo respeta a Roy, el guardabosques. Un pequeño pueblo que se considera “embrujado” por las ruinas de un cementerio indio y por el canto de los lobos en las noches de luna nueva o luna llena.
Como buena “chica de pueblo”, mi forma de celebrar que vamos a entrar en la universidad es irme de acampada al bosque con mis viejos amigos del instituto. Una forma de despedirnos antes de que nos separemos y nuestra amistad, inevitablemente, se debilite. Lo que esperaba es que esa misma noche toda mi vida, tal y como la conocía, desapareciese. Recuerdo despertarme desnuda, encadenada a varios árboles. Un juego de llaves y una muda de ropa yacían a mis pies. A mi alrededor, marcas de zarpas en árboles, suelo, mucha tierra removida y sangre. Sangre en la que yo, mi boca, y mis manos estaban manchadas. Y frente a mí, un hombre, de espaldas, sentado sobre una roca. Cualquiera hubiese reconocido esa camiseta de leñador, esa espalda ancha y ese sombrero. Era Roy, el guardabosques.
Así fue como descubrí que era una “mujer lobo”. Y lo digo entre comillas porque “licantropía” no se ajusta de verdad a mi condición. Lo que sí es cierto, es que no puedo controlar a “Ventisca Blanca”, el espíritu de loba atrapado dentro de mí. Sólo hay dos personas que pueden ayudarme, y una de ellas es Roy, al que a partir de ahora llamo “Cascada Roja”. Él es “el Alfa de la Manada”. El único que puede detener a Ventisca Blanca sin matarme. El único que puede enseñarme a domarla. Pero eso lo convierte en el único hombre que puede protegernos. Tanto a mí como a los míos.
Lo que ninguno de los dos sabíamos es que Cascada Roja, hace siglos, fue la pareja de Vestisca Blanca. Nuestras almas pertenecen al otro, así que nuestros cuerpos no tardaron en fundirse.
Advertencia: Un romance paranormal o sobrenatural donde lobos, licántropos, magia, espiritismo y sociedades tribales juegan un papel fundamental. Incluye contenido explícito y está dirigido a una audiencia madura.
Mi nombre es Marta, y temo que mis padres siempre han intentado protegerme de este día. Ciega, hubiese sido mejor prepararme, en lugar de rezar para que nunca ocurriese. Ahora me veo sola, como adulta, abriéndome paso en un mundo que me es completamente nuevo, desconcertante, y peligroso. Como quizá sepas, en Estados Unidos hay comunidades bastante “cerradas”. Cerradas al extremo en que somos nuestro pequeño universo. Yo crecí en una de esas comunidades. Concretamente, Green Moon, un pequeño pueblo al borde de una reserva forestal. Un pequeño pueblo endogámico donde mi padre es el sheriff, mi madre la florista, y donde todo mundo respeta a Roy, el guardabosques. Un pequeño pueblo que se considera “embrujado” por las ruinas de un cementerio indio y por el canto de los lobos en las noches de luna nueva o luna llena.
Como buena “chica de pueblo”, mi forma de celebrar que vamos a entrar en la universidad es irme de acampada al bosque con mis viejos amigos del instituto. Una forma de despedirnos antes de que nos separemos y nuestra amistad, inevitablemente, se debilite. Lo que esperaba es que esa misma noche toda mi vida, tal y como la conocía, desapareciese. Recuerdo despertarme desnuda, encadenada a varios árboles. Un juego de llaves y una muda de ropa yacían a mis pies. A mi alrededor, marcas de zarpas en árboles, suelo, mucha tierra removida y sangre. Sangre en la que yo, mi boca, y mis manos estaban manchadas. Y frente a mí, un hombre, de espaldas, sentado sobre una roca. Cualquiera hubiese reconocido esa camiseta de leñador, esa espalda ancha y ese sombrero. Era Roy, el guardabosques.
Así fue como descubrí que era una “mujer lobo”. Y lo digo entre comillas porque “licantropía” no se ajusta de verdad a mi condición. Lo que sí es cierto, es que no puedo controlar a “Ventisca Blanca”, el espíritu de loba atrapado dentro de mí. Sólo hay dos personas que pueden ayudarme, y una de ellas es Roy, al que a partir de ahora llamo “Cascada Roja”. Él es “el Alfa de la Manada”. El único que puede detener a Ventisca Blanca sin matarme. El único que puede enseñarme a domarla. Pero eso lo convierte en el único hombre que puede protegernos. Tanto a mí como a los míos.
Lo que ninguno de los dos sabíamos es que Cascada Roja, hace siglos, fue la pareja de Vestisca Blanca. Nuestras almas pertenecen al otro, así que nuestros cuerpos no tardaron en fundirse.
Advertencia: Un romance paranormal o sobrenatural donde lobos, licántropos, magia, espiritismo y sociedades tribales juegan un papel fundamental. Incluye contenido explícito y está dirigido a una audiencia madura.