Una extraña tempestad que solo se produce en un pueblo cada siete años; un juguete con preferencia por la carne humana y una organización de fumadores clandestinos enfrentados a un poder terrorífico y antinatural.
«Cuando la gente ve fantasmas, siempre se ve primero a sí misma», afirma Stephen King, y pocas reflexiones servirían mejor que esta como moraleja de sus historias: el mundo de la fantasía está poblado por las sombras de la conciencia.
Los relatos de Pesadillas y alucinaciones II son otros tantos retazos de esas sombras, las que enturbian los límites entre el sueño y la vigilia, la realidad y el horror que subyace en lo real.