"Con una mirada hacia atrás se percató de que nadie la estaba observando, entonces miró la habitación que tenía frente de ella. Empujó y dio el primer paso que seguro la cambiaría de por vida. Entró completamente y la obscuridad la rodeó; después, con un sonoro golpe, la puerta se cerró..."
Hannah M. Lane cree conocer todo sobre la fantasía, pero cuando su obsesión por los hechiceros de la Edad Media la dirigen al majestuoso Palacio de Swordswish comprenderá que ningún autor pudo prepararla para lo que ahí se demuestra ya que aprender a grabar, esgrimir y pelear es apenas el comienzo de lo que le espera ante el enigma detrás de una de sus puertas y el sagrado arte del Espathmagic. Hannah deberá recordar lo que alguna vez leyó, que en Swordswish la espada es de uno y uno es de la espada.
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EXTRACTO
“Bien, Van, esta es tu oportunidad y la señal que tanto buscabas. Sólo debes cruzar la línea”.
Tomó aire, cerró los ojos y dio el primer paso y luego otro esperando a que una llamarada de fuego, un terremoto de rocas o un montón de cuchillos la atacaran. Pero nada de eso sucedió. De hecho todo parecía normal y tranquilo. Se sentía relativamente bien y con mucha seguridad de sí misma. El dolor del dedo había cesado y lo sentía como si la herida jamás hubiese existido. Siguió caminando sin abrir los ojos, temiendo que si aparecía algo sería lo último que vería en su vida. Caminó lenta, pero segura de lo que hacía hasta que sus manos tocaron el final del recorrido y abrió los ojos.
Se encontraba ante una enorme puerta de madera con brocados de cobre, y le resultó más común de lo que parecía antes. Ahora podía verla mejor, pero decidió primero recoger sus canicas ensangrentadas. Al hacerlo y voltear a ver el corredor se dio cuenta que podía ver diversas líneas restringiendo el paso a todos menos a ella y vio que desde ahí no parecía tan largo, pero sí sentía que fueran casi ochenta o cien metros. Se guardó las tres canicas y volteó a ver la puerta.
Era común y corriente de madera oscura con esos cuatro rectángulos ya conocidos. Tocó el alto relieve de las cuatro estaciones y le dio mucha curiosidad, qué significaría aquello. Pero en eso se miró el dedo y vio que la herida profunda que tuviera hace unos momentos se había cerrado sin dejar marca alguna. Ahí supo que había cruzado el corredor sola sin valerse de su sangre. Miró también los goznes de la puerta. Estaban cobrizos y negros, el metal no se veía porque se había oxidado al parecer hace mucho tiempo. Al ver el marco de la puerta se dio cuenta de que había marcas alrededor de ella.
”Runas…”, susurró.
Los miró con más atención. Runas era un tema que le fascinaba a Van y había leído lo suficiente como para poder darse cuenta de que algunas eran runas que indicaban que se prohibía el paso a cualquiera. Aunque Van había llegado lo suficientemente lejos como para dar marcha atrás.
Hannah M. Lane cree conocer todo sobre la fantasía, pero cuando su obsesión por los hechiceros de la Edad Media la dirigen al majestuoso Palacio de Swordswish comprenderá que ningún autor pudo prepararla para lo que ahí se demuestra ya que aprender a grabar, esgrimir y pelear es apenas el comienzo de lo que le espera ante el enigma detrás de una de sus puertas y el sagrado arte del Espathmagic. Hannah deberá recordar lo que alguna vez leyó, que en Swordswish la espada es de uno y uno es de la espada.
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“Bien, Van, esta es tu oportunidad y la señal que tanto buscabas. Sólo debes cruzar la línea”.
Tomó aire, cerró los ojos y dio el primer paso y luego otro esperando a que una llamarada de fuego, un terremoto de rocas o un montón de cuchillos la atacaran. Pero nada de eso sucedió. De hecho todo parecía normal y tranquilo. Se sentía relativamente bien y con mucha seguridad de sí misma. El dolor del dedo había cesado y lo sentía como si la herida jamás hubiese existido. Siguió caminando sin abrir los ojos, temiendo que si aparecía algo sería lo último que vería en su vida. Caminó lenta, pero segura de lo que hacía hasta que sus manos tocaron el final del recorrido y abrió los ojos.
Se encontraba ante una enorme puerta de madera con brocados de cobre, y le resultó más común de lo que parecía antes. Ahora podía verla mejor, pero decidió primero recoger sus canicas ensangrentadas. Al hacerlo y voltear a ver el corredor se dio cuenta que podía ver diversas líneas restringiendo el paso a todos menos a ella y vio que desde ahí no parecía tan largo, pero sí sentía que fueran casi ochenta o cien metros. Se guardó las tres canicas y volteó a ver la puerta.
Era común y corriente de madera oscura con esos cuatro rectángulos ya conocidos. Tocó el alto relieve de las cuatro estaciones y le dio mucha curiosidad, qué significaría aquello. Pero en eso se miró el dedo y vio que la herida profunda que tuviera hace unos momentos se había cerrado sin dejar marca alguna. Ahí supo que había cruzado el corredor sola sin valerse de su sangre. Miró también los goznes de la puerta. Estaban cobrizos y negros, el metal no se veía porque se había oxidado al parecer hace mucho tiempo. Al ver el marco de la puerta se dio cuenta de que había marcas alrededor de ella.
”Runas…”, susurró.
Los miró con más atención. Runas era un tema que le fascinaba a Van y había leído lo suficiente como para poder darse cuenta de que algunas eran runas que indicaban que se prohibía el paso a cualquiera. Aunque Van había llegado lo suficientemente lejos como para dar marcha atrás.