El autor comparte diferentes relatos fantásticos en torno a viejos y nuevos mitos: la reencarnación, los mundos paralelos, los sueños... Los relatos están alternados por artículos que introducen al lector en los diferentes temas. En uno de estos artículos dice: “Este es un libro que cuenta mitos. Construye mitos, los dibuja o los escribe en alfabetos indescifrables, creados porque sí, como actos gratuitos. El arte en definitiva es ese sucedáneo del mito que quedó huérfano.” El título alude a otro elemento que aparece: el dibujo, el criptograma, alfabetos extraños, números inexistentes. Una especie de compendio de rarezas, como una arqueología fantástica. De esa manera se trata de un viaje por el asombro, la fascinación y el miedo. Héroes que viajan a otros mundos, otras vidas, especies de salas de espera, donde se aguarda a ser llamado, como dice Shakespeare “a la hora señalada”. En el texto no faltan las alusiones a nuestra vida cotidiana, por ejemplo en “La Torre de Madera”, “El chofer tomó hacia Montevideo. Estuvimos en silencio un buen rato. Era un poco incómodo. Yo sabía que debía estar en ese auto, sin que nadie ni nada me lo hubiera indicado previamente. Pero todavía estaba influenciado por todo aquello que veía una vez más en el viaje de regreso a casa: los autos, las casas, los carteles publicitarios. Ese mundo de certezas falsas, donde todo el mundo sabe adónde ir y nadie sabe qué hacer con sus vidas. La marcha mecánica de todas las cosas. Una existencia sin preguntas, agobiada por la falta de respuestas.” El libro pretende ser la otra cara, el otro lado, como caer en la madriguera del conejo de Alicia en el País de las Maravillas, donde todo es más asombroso y lleno de preguntas.
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