En algún lugar del interior de Galicia hay una sima ignota, “un buraco negro sobre o que os paxaros non voan”, apartada de los caminos y camuflada por una corona viva de tejos. Pero no es ése el motivo por el cual no hay ruta alguna trazada a través de sus tinieblas inmemoriales, ni se guarda registro de ella en las webs de espeleología. No, la razón no es tan prosaica.
Aquel que en su inconsciencia osara perturbar la noche eterna bajo las montañas podría encontrarse de súbito a orillas de un caudaloso río subterráneo de aguas negras y silenciosas, y al cabo de un rato quizás comenzara a vislumbrar sombras pálidas desfilando por la ribera. Una multitud incontable. Hombres, mujeres, altos y bajos, hermosos y feos, de todas las razas y edades imaginables, cada uno con su propia historia marcada a fuego en las profundidades de su alma, pero todos ellos unidos en una misma marcha, sin deseos ni esperanzas, hacia la oscuridad.
Entonces el explorador, vencida su ignorancia, se horrorizaría y se maravillaría de encontrarse, con cuerpo aún incorrupto, sobre la orilla Estigia; y albergaría el deseo de regresar al mundo de los vivos, salvando el tenebroso Aqueronte, y el gélido Cocito, y el ardiente Flegetonte y el amargo olvido del Lete. Mas no resulta tarea sencilla escapar del inframundo, pues todo en el reino del Hades tiene un precio, y para volver a ver la luz del Sol deberá satisfacer El Precio del Barquero.
Aquel que en su inconsciencia osara perturbar la noche eterna bajo las montañas podría encontrarse de súbito a orillas de un caudaloso río subterráneo de aguas negras y silenciosas, y al cabo de un rato quizás comenzara a vislumbrar sombras pálidas desfilando por la ribera. Una multitud incontable. Hombres, mujeres, altos y bajos, hermosos y feos, de todas las razas y edades imaginables, cada uno con su propia historia marcada a fuego en las profundidades de su alma, pero todos ellos unidos en una misma marcha, sin deseos ni esperanzas, hacia la oscuridad.
Entonces el explorador, vencida su ignorancia, se horrorizaría y se maravillaría de encontrarse, con cuerpo aún incorrupto, sobre la orilla Estigia; y albergaría el deseo de regresar al mundo de los vivos, salvando el tenebroso Aqueronte, y el gélido Cocito, y el ardiente Flegetonte y el amargo olvido del Lete. Mas no resulta tarea sencilla escapar del inframundo, pues todo en el reino del Hades tiene un precio, y para volver a ver la luz del Sol deberá satisfacer El Precio del Barquero.