El cansancio, la fatiga prematura y la lenta recuperación física después del ejercicio, son la trilogía del rendimiento físico que más preocupa al deportista, pues le suponen la imposibilidad para rendir adecuadamente. Y estos males llegan frecuentemente a cualquier persona, sea profesional o amateur, e incluso podríamos afirmar que con mayor frecuencia al bien entrenado, pues sus exigencias son mayores.
En los deportes de equipo, en los cuales el buen hacer de todo el grupo es decisivo para lograr un buen resultado final, es donde más importancia cobra la resistencia al ejercicio, pues de nada valdría una óptima actuación durante los primeros 30 minutos, si en la hora restante todo se viene abajo. La mala condición física de uno de los miembros ocasionaría el desplome del resto.
Pero tampoco se libran de ello quienes hacen un deporte de forma individual, bastando recordar la cantidad de buenos boxeadores que han perdido sus fuerzas después de haber acumulado puntos en los primeros asaltos. Un golpe certero de su contrincante, justo cuando su respiración era ya entrecortada, le tumbará en la lona sin remisión.
Y así, nos encontramos con situaciones de alto riesgo por la disminución del rendimiento deportivo, como ocurre con frecuencia en los nadadores, exhaustos cuando todavía les quedaban unos metros para llegar a la orilla, en los alpinistas que pierden la fortaleza de sus brazos aún cuando la cima se encuentra lejos, o en los remeros que ya no logran mover sus palas justo cuando una enorme roca se encuentra en su camino. Todos ellos hubieran podido evitar el desastre si sus fuerzas no les hubieran fallado antes de tiempo.
En este libro se estudian las causas del agotamiento y como combatirlo, especialmente mediante ayudas naturales e inocuas.
En los deportes de equipo, en los cuales el buen hacer de todo el grupo es decisivo para lograr un buen resultado final, es donde más importancia cobra la resistencia al ejercicio, pues de nada valdría una óptima actuación durante los primeros 30 minutos, si en la hora restante todo se viene abajo. La mala condición física de uno de los miembros ocasionaría el desplome del resto.
Pero tampoco se libran de ello quienes hacen un deporte de forma individual, bastando recordar la cantidad de buenos boxeadores que han perdido sus fuerzas después de haber acumulado puntos en los primeros asaltos. Un golpe certero de su contrincante, justo cuando su respiración era ya entrecortada, le tumbará en la lona sin remisión.
Y así, nos encontramos con situaciones de alto riesgo por la disminución del rendimiento deportivo, como ocurre con frecuencia en los nadadores, exhaustos cuando todavía les quedaban unos metros para llegar a la orilla, en los alpinistas que pierden la fortaleza de sus brazos aún cuando la cima se encuentra lejos, o en los remeros que ya no logran mover sus palas justo cuando una enorme roca se encuentra en su camino. Todos ellos hubieran podido evitar el desastre si sus fuerzas no les hubieran fallado antes de tiempo.
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