Vivimos una época de grandes cambios e insatisfacciones que está obligando a los profesionales de la medicina de todo el mundo a cambiar sus conceptos sobre salud y enfermedad. El médico ya no es esa persona que todo lo sabe y en quien ponemos ciegamente nuestra salud y enfermedad, pues los miles de denuncias que acumulan diariamente nos ponen en alerta sobre su eficacia.
El conocimiento que tienen las personas sobre alimentación y enfermedad aumenta sensiblemente, y algunas de las revistas de mayor venta tienen como tema principal la salud, existiendo todavía la pugna entre las que defienden el “método natural” y las que hablan solamente del “método científico”. Pero cuando ambas tendencias habían encontrado ya sin problemas su sitio entre la población, la medicina cuántica las obliga a reflexionar a ambas, ya que introduce nuevos datos que hasta ahora no teníamos en cuenta.
Ya no basta con realizarnos análisis frecuentes para prevenir la salud, ni alimentarnos biológicamente o tomar infusiones de plantas medicinales como garantía de plenitud y longevidad. Hay nuevos conceptos médicos que nos obligan a considerar opciones que hasta hace pocos años ni siquiera pensábamos que existían. Desde que las religiones intentaron conectarnos con Dios y los ecologistas con la naturaleza, ninguna ciencia hasta ahora había conseguido unir ambas doctrinas. Nuestro papel en el universo ya no es el de meros espectadores de su grandiosidad y complejidad, ya que la interconexión que existe entre todos los seres vivos, incluidos los hombres, obliga a considerar este macrouniverso si queremos curarnos de modo definitivo y rápido. La mente y su compañera etérea el alma, deben figurar desde ahora en cualquier terapia que pretenda resolver de modo más inocuo y eficaz las enfermedades, al mismo tiempo que nuevos conceptos como la física de las partículas y las vibraciones, así como los efectos de las ondas sonoras y lumínicas, deben ser tenidos en cuenta para comprender las enfermedades y su etiología. El trato más humano con el terapeuta, la creencia en la curación, y la utilización de cualquiera de los remedios que la naturaleza nos pone a nuestro alcance, constituyen la trilogía curativa anexa a la medicina cuántica.
La medicina cuántica no se burla de las religiones, las tiene en cuenta; no desprecia a la metafísica, la estudia, y no considera negativos a los medicamentos, utilizándolos si es necesario. Tampoco minimiza los efectos curativos de la relajación, la meditación, los masajes o la armonización de los chacras, sino que los incorpora a su arsenal terapéutico.
El conocimiento que tienen las personas sobre alimentación y enfermedad aumenta sensiblemente, y algunas de las revistas de mayor venta tienen como tema principal la salud, existiendo todavía la pugna entre las que defienden el “método natural” y las que hablan solamente del “método científico”. Pero cuando ambas tendencias habían encontrado ya sin problemas su sitio entre la población, la medicina cuántica las obliga a reflexionar a ambas, ya que introduce nuevos datos que hasta ahora no teníamos en cuenta.
Ya no basta con realizarnos análisis frecuentes para prevenir la salud, ni alimentarnos biológicamente o tomar infusiones de plantas medicinales como garantía de plenitud y longevidad. Hay nuevos conceptos médicos que nos obligan a considerar opciones que hasta hace pocos años ni siquiera pensábamos que existían. Desde que las religiones intentaron conectarnos con Dios y los ecologistas con la naturaleza, ninguna ciencia hasta ahora había conseguido unir ambas doctrinas. Nuestro papel en el universo ya no es el de meros espectadores de su grandiosidad y complejidad, ya que la interconexión que existe entre todos los seres vivos, incluidos los hombres, obliga a considerar este macrouniverso si queremos curarnos de modo definitivo y rápido. La mente y su compañera etérea el alma, deben figurar desde ahora en cualquier terapia que pretenda resolver de modo más inocuo y eficaz las enfermedades, al mismo tiempo que nuevos conceptos como la física de las partículas y las vibraciones, así como los efectos de las ondas sonoras y lumínicas, deben ser tenidos en cuenta para comprender las enfermedades y su etiología. El trato más humano con el terapeuta, la creencia en la curación, y la utilización de cualquiera de los remedios que la naturaleza nos pone a nuestro alcance, constituyen la trilogía curativa anexa a la medicina cuántica.
La medicina cuántica no se burla de las religiones, las tiene en cuenta; no desprecia a la metafísica, la estudia, y no considera negativos a los medicamentos, utilizándolos si es necesario. Tampoco minimiza los efectos curativos de la relajación, la meditación, los masajes o la armonización de los chacras, sino que los incorpora a su arsenal terapéutico.