Mis anotaciones de experiencias vividas durante mi nuevo trabajo como chófer de guagua pública en Loíza las empecé el 23 de marzo de 2011, día de mi cumpleaños. Me presenté al Terminal de guaguas públicas de este tradicional y hermoso pueblo costero en el área Norte de Puerto Rico con cierta incertidumbre porque mis amigas no querían que me dedicara a este trabajo identificado como rudo y solo de hombres. El Sr. Gilberto Lebrón, alias Aniquelao, es mi primer amigo en este grupo de choferes públicos. Fue el quién me introdujo a esta organización. El segundo amigo fue Willy, quien tímidamente y con su sonrisa de buena gente, me ganó desde el principio.
Aniquelao me recomendó comprar la guagua Ford Blanca del 2003 al Sr. Ismael Núñez. Don Ismael se había retirado por problemas de salud y porque, según él, “Ya estoy mayorcito y me siento cansao de este trajín”.
En enero del 2011 yo había invertido cerca de cuatro mil dólares en una primera guagua Ford, más atrasada, del 1988. Mi interés era organizar giras alrededor de mi islita, Puerto Rico. Siempre había considerado este proyecto, me encanta pasear y dar a conocer a mis amistades las bellezas de Borinquen.
Ese día 23 de marzo del 2011 llegué a las 9:00 de la mañana. Fui recibida por el presidente de ese período, Sr. Luis F. Torres. Después de esperar toda la mañana, por fin salí en mi primer viaje hacia Rio Piedras. Era la 1:00 de la tarde. Luego, al pasar los días, me enteré que mi turno de salida era a las 9:00, pero un compañero apodado Míster King decidió “quemarme” el turno. Quizás lo hizo como ceremonia de iniciación porque algunos habían comentado que “a esa señora no le damos más de tres meses aquí”.
Esos tres meses pasaron a formar parte de casi tres años de vivencias, confidencias, lágrimas y alegrías compartidas tanto con algunos compañeros como con las personas a las que siempre he ofrecido mis servicios con amor y respeto.
A través de todos estos años he vencido obstáculos tanto en la carretera como en negocios posteriores, pues seguí cambiando de guaguas hasta lograr conseguir una tipo escolar. Esta era más cómoda para realizar giras, lo cual era mi objetivo principal. Sin embargo, la crisis económica del país no me permitió desarrollar de inmediato mi sueño. Por ello, decidí unirme a la Ruta de Servicios de Transportación Pública de Loíza.
En este pequeño libro solo presento algunas anécdotas de vivencias en esta última etapa de mi vida como proveedora de un importante servicio al público desde otra perspectiva.
Considero que lo más importante del libro es la historia de la Unión 2263 de Porteadores Públicos de Loíza, según me fue contada por Don Juan Dávila, uno de sus fundadores, al cual se lo dedico.
Aniquelao me recomendó comprar la guagua Ford Blanca del 2003 al Sr. Ismael Núñez. Don Ismael se había retirado por problemas de salud y porque, según él, “Ya estoy mayorcito y me siento cansao de este trajín”.
En enero del 2011 yo había invertido cerca de cuatro mil dólares en una primera guagua Ford, más atrasada, del 1988. Mi interés era organizar giras alrededor de mi islita, Puerto Rico. Siempre había considerado este proyecto, me encanta pasear y dar a conocer a mis amistades las bellezas de Borinquen.
Ese día 23 de marzo del 2011 llegué a las 9:00 de la mañana. Fui recibida por el presidente de ese período, Sr. Luis F. Torres. Después de esperar toda la mañana, por fin salí en mi primer viaje hacia Rio Piedras. Era la 1:00 de la tarde. Luego, al pasar los días, me enteré que mi turno de salida era a las 9:00, pero un compañero apodado Míster King decidió “quemarme” el turno. Quizás lo hizo como ceremonia de iniciación porque algunos habían comentado que “a esa señora no le damos más de tres meses aquí”.
Esos tres meses pasaron a formar parte de casi tres años de vivencias, confidencias, lágrimas y alegrías compartidas tanto con algunos compañeros como con las personas a las que siempre he ofrecido mis servicios con amor y respeto.
A través de todos estos años he vencido obstáculos tanto en la carretera como en negocios posteriores, pues seguí cambiando de guaguas hasta lograr conseguir una tipo escolar. Esta era más cómoda para realizar giras, lo cual era mi objetivo principal. Sin embargo, la crisis económica del país no me permitió desarrollar de inmediato mi sueño. Por ello, decidí unirme a la Ruta de Servicios de Transportación Pública de Loíza.
En este pequeño libro solo presento algunas anécdotas de vivencias en esta última etapa de mi vida como proveedora de un importante servicio al público desde otra perspectiva.
Considero que lo más importante del libro es la historia de la Unión 2263 de Porteadores Públicos de Loíza, según me fue contada por Don Juan Dávila, uno de sus fundadores, al cual se lo dedico.