Contemporáneo de Balzac, Dickens y Dostoievski, testigo privilegiado de la invención de la fotografía, el teléfono, la bombilla eléctrica, los rayos X y el cinematógrafo, Julio Verne da forma a sus clásicos, mientras Darwin conforma su teoría evolucionista de las especies, Marx publica El Capital y Einstein da a conocer su teoría de la relatividad. Bajo la apariencia de una novela juvenil y de aventuras retrata el espíritu de su época: el hombre capaz de dar la vuelta al mundo en ochenta días, de realizar un viaje de 20.000 leguas por debajo del mar, de llegar al centro de la Tierra y, por qué no, de llegar a la Luna. Algo que llama poderosamente la atención en los relatos de Verne es la capacidad de prever adelantos científicos. Ya sea, consecuencia del secreto mejor guardado en la historia de las ciencias ocultas o resultado natural del esfuerzo, la aplicación y el instinto de un hombre por demás informado, las anticipaciones de su obra bien valen este detallado análisis.
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