En México se ha reinventado el concepto de realeza: nacer en la cuna adecuada es suficiente. Generación tras generación, a lo largo de la historia contemporánea de este país, los mismos apellidos se acomodan y buscan la perpetua continuidad en puestos de gobierno, con discreción o en pleno “orgullo de nepotismo”, como dijera un expresidente pródigo en estas prácticas.
Con gran oficio periodístico, Francisco Cruz ha preparado una radiografía del sistema político mexicano que revela cómo los grupos poderosos que vienen, así como los que ya despachan en secretarías y funciones estratégicas, se formaron menos en la administración pública que en el fetichismo del poder y sus bondades: las propiedades lujosas, las cuentas bancarias abultadas y la exposición sin pudor en medios de comunicación. “Aquí están los cosos, algunos descubiertos, otros por descubrir, de una élite que cree en el derecho de la sangre”, señala Cruz.
“El poder tiene nombre y apellidos, y los juniors ya están allí”, advierte el autor al tiempo que nos explica el funcionamiento de esta maquinaria priista –atractiva tanto para panistas como perredistas– que permite a nuestros servidores públicos, cuando no se adornan en el jet set y en las revistas del corazón, el eterno ejercicio de la impunidad y el despilfarro de recursos públicos.
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