Los dominicanos que emigran de la isla lo hacen por muchas razones, pero la comida nunca es una de ellas. La distancia de nuestra tierra nos hace anhelar nuestro arroz, nuestros frijoles, nuestro salami, nuestro sancocho, nuestros condimentos y nuestras especias. Nada sabe igual cuando no estamos en la isla. Hay algo sobre la eterna brisa suave y cálida del Caribe, algo sobre el fondo musical de nuestra patria, algo sobre los colores mágicos, sobre los olores y sobre la jovialidad de nuestros hermanos dominicanos que siempre nos llama a casa.
En este breve libro, quiero compartir los secretos de uno de nuestros platos más queridos: La longaniza.
Una longaniza agradable, crujiente, bien frita, sabrosa y acompañada de tostones es algo que ningún dominicano puede soportar sin emoción y una tentación que nadie con sangre caribeña corriendo por sus venas puede soportar. He aquí cómo hacerlo, a la dominicana...
En este breve libro, quiero compartir los secretos de uno de nuestros platos más queridos: La longaniza.
Una longaniza agradable, crujiente, bien frita, sabrosa y acompañada de tostones es algo que ningún dominicano puede soportar sin emoción y una tentación que nadie con sangre caribeña corriendo por sus venas puede soportar. He aquí cómo hacerlo, a la dominicana...