Es un auténtico periplo vital leer PASAJERO DE LA VIDA, estos poemas de Alejandro Lira y que en telegráfica y apurada síntesis podría definirse con el título de uno de sus notables poemas CON LA PIEL ABIERTA, porque en esta poesía, que es auténtica, hay poco lugar para el esteticismo y mucho y amplio para la belleza de la verdad y la belleza, sin retórica ni emboscadas al lector.
Hacer una autobidisección requiere de mucha valentía moral, no sólo por decir una verdad directamente y corriendo el riesgo de dejar el campus de la poesía y pasar a la Sociología o la Antropología.
Quizá estamos ante un barco ebrio o rumbo a una temporada en el infierno, o ante la avalancha descarnada al modo del Lucien Freud, porque el poeta no tiene contemplaciones en sus decires de lo que él encuentra en el mundo, en sus relaciones, y en sí mismo.
Decir la realidad con el tasajeante estilete de la ironía es lo que se puede encontrar en esta poesía que enrostra al lector y al mundo la patología ética del primer mundo.
La realidad está ahí y pasa en los medios de comunicación, en las pantallas de los cines, en los noticieros, pero aquí no pasa, aquí en el poema se desnuda a la realidad, eso es descarnado y sin embargo hay una alta dosis de conmovedora poesía.
Estamos ante una voz nueva y diferente, pero sobre todo fresca, intensamente ética y bella, sin disociaciones morales, en los que el lirismo intimista también tiene un lugar.
Leer esta poesía con los ojos bien abiertos es no sólo un tránsito doloroso sino una catarsis y una limpieza del alma que los psicoanalistas no logran.
Hacer una autobidisección requiere de mucha valentía moral, no sólo por decir una verdad directamente y corriendo el riesgo de dejar el campus de la poesía y pasar a la Sociología o la Antropología.
Quizá estamos ante un barco ebrio o rumbo a una temporada en el infierno, o ante la avalancha descarnada al modo del Lucien Freud, porque el poeta no tiene contemplaciones en sus decires de lo que él encuentra en el mundo, en sus relaciones, y en sí mismo.
Decir la realidad con el tasajeante estilete de la ironía es lo que se puede encontrar en esta poesía que enrostra al lector y al mundo la patología ética del primer mundo.
La realidad está ahí y pasa en los medios de comunicación, en las pantallas de los cines, en los noticieros, pero aquí no pasa, aquí en el poema se desnuda a la realidad, eso es descarnado y sin embargo hay una alta dosis de conmovedora poesía.
Estamos ante una voz nueva y diferente, pero sobre todo fresca, intensamente ética y bella, sin disociaciones morales, en los que el lirismo intimista también tiene un lugar.
Leer esta poesía con los ojos bien abiertos es no sólo un tránsito doloroso sino una catarsis y una limpieza del alma que los psicoanalistas no logran.