Primavera del ´79. Tres hombres se adentran de madrugada en una urbanización de lujo a las afueras de la ciudad. El país se halla inmerso en lo que se conocería posteriormente como proceso modélico de la Transición. A pasos agigantados pero inseguros y no sin sobresaltos, la sociedad se va transformando. Los casi cuarenta años de régimen han creado una placa tectónica que puede romperse en mil pedazos sino se toman las medidas oportunas. El harakiri de los procuradores. La celebración de las primeras elecciones democráticas tras la guerra civil. La aprobación de la ansiada Constitución. El modelo ya estaba preparado para funcionar pero son muchas las fuerzas contrapuestas que tratan de sacar partido al proceso de cambios, unos recuperando la ventaja perdida durante décadas y otros tratando de retener el máximo poder que les sea posible. Los atentados terroristas, las manifestaciones, las huelgas, la amenaza permanente de los golpistas, la presión independentista… La política lo ocupa todo. Bajo ese manto subyace una realidad en la que nadie se ha parado a pensar: el déficit democrático ha conllevado un brutal deterioro económico y social del país. En la calle el Torete y el Vaquilla son los héroes para una buena parte de la juventud que no aspira a otra cosa que no sea repetir las hazañas de las películas de los alegres bandoleros. Mal vamos.
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