Estas crónicas no pueden compararse con el bíblico castigo de la mujer de Lot.
Ella volvió la cabeza hacia la Sodoma que ardía y se convirtió en estatua de sal.
El autor, en cambio, ha mirado atrás y ha sido sorprendido con el brillo de la gente y los hechos que ha ido dejando mientras miraba hacia delante. Cada recuerdo le revela un jirón del alma, una sonrisa, un golpe de humor, una señal que le descifra el pasado y su más cierta verdad: vivir ha sido bueno y recordarlo implica un reencuentro con lo irrepetible. Muchas de estas historias pueden pertenecer a cuantos se asomen a estas páginas.
Ella volvió la cabeza hacia la Sodoma que ardía y se convirtió en estatua de sal.
El autor, en cambio, ha mirado atrás y ha sido sorprendido con el brillo de la gente y los hechos que ha ido dejando mientras miraba hacia delante. Cada recuerdo le revela un jirón del alma, una sonrisa, un golpe de humor, una señal que le descifra el pasado y su más cierta verdad: vivir ha sido bueno y recordarlo implica un reencuentro con lo irrepetible. Muchas de estas historias pueden pertenecer a cuantos se asomen a estas páginas.