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    RELATOS ROMÁNTICOS Y FANTÁSTICOS SABOR FRESA

    Por ANA MARTÍNEZ DE LA RIVA MOLINA

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    INDICE GENERAL:

    SUNSHINE5
    ENCANTADOS CON EL ENCANTAMIENTO81
    EL MISTERIOSO CABALLERO161
    EL CONJURO DE LAS CONSTELACIONES207
    EL SUEÑO DE KNUT Y AINE249

    CAPÍTULO I

    Era una tarde muy calurosa. Mi vestido de tirantes, me daba mucho calor.

    Los pinceles los había metido en remojo, en un líquido especial para quitar los restos de pintura.

    Acababa de finalizar un retrato de un perro Yorkshire. Su dueña, me había dado su foto, para que lo plasmara en un lienzo.
    Le quería más que a sus propios hijos. La verdad es que era una monada de animalito. Lo retraté perfecto.
    El cuadro lo dejaría secar unas horas y mañana se lo entregaría a mi clienta en su domicilio.

    Me froté con un potente jabón, cualquier resto de mancha en mis manos, ponía nervioso a mi padre. Era muy exigente con la limpieza, llegaba a la obsesión.

    Vivíamos en una magnifica casa, junto a nuestra querida Susan, una mujer que dedicaba todas sus horas a cuidarnos.

    Mi madre se divorció, al poco tiempo de mi nacimiento. Sufrió una depresión postparto. Y no pudo soportar la vida familiar, con un esposo y una hija.

    Ella era una artista de reconocido renombre. También se dedicaba al arte de la pintura. Aunque su especialidad, era pintar cuadros abstractos, con bellos colores y formas.

    Yo soy una pintora retratista. Me encanta plasmar en un lienzo las expresiones de mis clientes. Son muy variopintos: desde niñitos pequeños, hasta ancianos, que desean pasar a la inmortalidad, siendo retratados para su posteridad.

    Suspiré. Tenía un asunto muy importante que tratar con mi padre. No le iba a gustar nada. En mis diecinueve años, nunca nos habíamos separado. Sin mí estaba perdido. Era el típico profesor de universidad muy despistado, no sabía ni donde guardaba su ropa interior.

    Me encargo de organizarle, su agenda de reuniones con el claustro universitario, las tutorías con sus alumnos e incluso sus trajes y camisas que debe ponerse en cada ocasión.

    Gracias a Dios, que cuento con la ayuda de Susan, nuestra cariñosa ama de llaves y mejor amiga. Es como una madre para mí.

    No sé porqué mi padre no se casa con ella. Sería lo mejor que podía hacer. Están los dos solos, se quieren, aunque nunca se lo han dicho el uno al otro.

    Con suerte, cuando regrese de mi inminente viaje a Australia, deseo de corazón, que por lo menos ya se hayan comprometido.

    Me sentiré mucho mejor, dejándolos en mutua compañía y así no estarán tan tristes cuando me marche.

    Soy su lazo de unión. Siempre me han estado cuidando y dándome todo su cariño. Ha llegado el momento, para dedicarse un poco de tiempo a ellos mismos.

    Se han volcado tanto en mi persona, ante la falta de mi verdadera madre, que a veces presiento, que se sienten culpables, sin razón alguna. Ella, escogió su camino. Nadie debe asumir sus actos, como si fuera su responsabilidad.

    Nunca hemos entablado una conversación. La conozco a través de las revistas, en los reportajes de sociedad.

    Poseemos algunas características en común: el amor a la pintura y nuestro aspecto físico. Exceptuando el color de mis ojos, que son como los de mi padre, un tono azul cielo. Mi altura y delgadez; mi constitución ósea; el cabello muy largo, ondulado y pelirrojo; mis pómulos un poco afilados; mi nariz recta y mis carnosos labios, son idénticos a los suyos.
    Vive en su mundo de ensueño y fantasías, donde la realidad no existe para mi madre.

    George, mi padre, se enamoró perdidamente de ella, cuando él, todavía estudiaba en la Universidad: Historia del Arte.

    En una exposición de pintura modernista, se encontraron y se casaron rápidamente.

    Los dos eran muy jóvenes, cuando nací yo, contaban a penas veintidós años.

    Para mi padre, fue el sumo de su felicidad, deseaba tener familia numerosa, y cuanto antes mejor. Pero para Helen, mi madre, fue morirse de horror, ante la espantosa perspectiva, de ser una ama de casa, lavando ropita de bebe y soportando llantos de un recién nacido.

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