Ni morir tenía sentido. Después del patético espectáculo, androides y animaloides eran reseteados, y en cuestión de minutos, estaban preparados para la próxima corrida.
Eran tiempos malos para el toreo. El uso de animales se había prohibido durante el gobierno de los socialistas y fueron rápidamente sustituidos por los eToros, animaloides que igualaban en fuerza y comportamiento a sus pares biológicos, pero que tenían un defecto: no podían morir.
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