Herminia Díaz, Enriqueta Pachón, Stanislawa Rubilowicz, Anne Cori, Deborah Buber, o Wanda Whynott, son personas de carne y hueso con nombres de goleta que todavía no saben que son personajes literarios, o murieron sin saberlo. Está por ver cómo se lo toman.Además de un mismo autor que los rescató del olvido, los personajes que recorren estas páginas, tengan raíces noruegas, polacas, asturianas, alemanas, riojanas o escocesas, comparten el desarraigo de quienes llevan años en Canadá pero seguimos viviendo en un allá cada vez más lejano y más borroso, apenas recordado, visto en una fotografía, imaginado.Terminé estos seis relatos en el caserío de Blandford, pero hasta que echaron a andar por su cuenta y riesgo sesteaban en una carpeta rotulada SOBRAS como páginas sueltas.Dos de ellos, Viaje a Cameros y El cojonamen del jaco jacobeo, fueron capítulos en mi Caracol col col, pero sobraban y los quité. Y como con un par de cosas se saca de las sobras un plato que incluso mejora lo cenado, aliñé Once upon a time, érase una vez, y adobé Las tenazas del proctólogo y ¿Me hablarás de Treblinka? Bien mirado, sobras son esas páginas de Magnicidio para dummies que un ordenador voraz no consiguió tragarse. (Lamentablemente, de O carallo santo, aquella historia verdadera sobre las andanzas de Pepe Porriño, sólo queda el título).
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