Leer los ensayos de Raúl Antelo es entrar en la fascinante deriva que teje una ficción crítica en el revés del gran monumento que separó los saberes modernos y los clasificó en su gran biblioteca. La biblioteca anteliana, por el contrario, es el inmenso archivo de la cultura moderna que él lee al sesgo, buscando puertas secretas e inéditos vasos comunicantes entre textos filosóficos, históricos, políticos, estéticos, literarios. Leer, escribir, pensar críticamente desde esa “máquina óptica”, “es activar un dispositivo anamnésico y heterológico para rescatar recodos menos transitados de un texto y así poder reabrir el archivo”. El gesto de la archifilología obtura la construcción de un objeto en un espacio-tiempo que la modernidad crítica ordenó y jerarquizó. La inmensa erudición anteliana puesta al servicio de la creatividad de la poscrítica dispone, en cambio, de una “mesa de montaje” que organiza un relato, siempre dislocado de sus textos maestros, “acéfalo”, cruzado en tiempos y espacios heterogéneos. Porque, para Antelo, el “tiempo del anacronismo es el que pone en hora a la literatura”, y le permite sumergirse en la dimensión temporal en clave no-historicista.
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