El cuento «Pipá», escrito en 1879, apareció en 1882, en "La Unión” y en "La Ilustración Artística” y, en1886, en el libro homónimo. En este cuento, que bien puede considerarse prenaturalista, hay una denuncia-salvo en el interludio del palacio de Híjar- de la injusticia, la miseria y la marginación social en que transcurre la acción. El narrador se erige en portavoz de la tragedia de un paria social y lanza dardos contra el Estado y la Iglesia. Abren el cuento estas palabras: «Ya nadie se acuerda de él. Y sin embargo, tuvo un papel importante en la comedia humana, aunque sólo vivió doce años sobre el haz de la tierra.[…] Pipá, a no ser por mí, no tendría historiador[…]; fue Pipá un gran problema que nadie resolvió, porque pasó de esta vida sin que filósofo alguno de mayor cuantía posara sobre él los ojos». Pero este cuento no deja, por ello, de estar concebido como una creación artística destinada a sobre todo explorar la praxis de la poética del sentimentalismo, que iba a propiciar otra poética, englobada posteriormente por la crítica dentro del llamado "espiritualismo”, en la que el acento se ponía en el mundo interior, en la subjetivación-interiorización de la experiencia. De esta poética, que contó siempre con la connivencia de la poética del sentimentalismo, se habían sentado en otro cuento, «La mosca sabia», las bases: «Poetizar la vida con elementos puramente interiores, propios, éste es el único consuelo para las miserias del mundo: no es gran consuelo, pero es el único». El comienzo y el final de «Pipá», así como el tiempo litúrgico -la celebración de Carnaval y el sacrificio de la Crucifixión-, corre parejas con el comienzo y el final de "La Regenta”, donde el tiempo litúrgico tendrá el mismo protagonismo que en el cuento, con la diferencia de que en la novela todo es más amplio y más complejo, más matizado.
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