Como una vista panorámica del arte flaubertiano, una especie de corta pero completa síntesis, se podrían definir en pocas palabras los Tres cuentos. En efecto, en ellos se encuentran los más diferentes aspectos del escritor tanto en la inspiración como en el fondo y la forma. Ahí Flaubert se muestra psicólogo e intimista, como en Madame Bovary y en la Educación sentimental; además de historiador y colorista, pintor de grandes frescos, escenógrafo y animador de multitudes como en Salambó; y evocador de lo sobrenatural y lo fabuloso como en San Antonio. En Un corazón sencillo, revive su pasado, el recuerdo de su infancia y de su juventud. En San Julián el hospitalario, resucita la Edad Media; en Herodías, la antigüedad en el momento en que el mundo romano se transforma bajo la influencia del cristianismo naciente, y quizá las más de cien páginas de esos tres escritos constituyan su verdadera obra maestra.
El orden de los Tres cuentos de este volumen no es en absoluto el orden de su composición, Flaubert escribió San Julián primero, después Un corazón sencillo y más tarde Herodías. Se había ocupado ya, desde hacía veinte años, del primer de aquellos temas y, desde entonces, el escenario dormía en esos cartones.
En sus Recuerdos literarios, Maxime du Camp da información que es verdadera y falsa a la vez sobre los Tres cuentos. Verdadera en cuanto a que las circunstancias que evocan en el recuerdo son exactas. Falsa, porque los detalles son pura fantasía.
He aquí lo que nos muestra la correspondencia de Flaubert y los documentos verdaderos; cuando el joven estudiante tuvo que renunciar a continuar sus estudios debido a la crisis nerviosa que tuvo en el camino a Pont l’Evêque, en compañía de su hermano Achylle (en enero de 1844, y no en octubre de 1843, como lo afirma Du Camp), permaneció mucho tiempo en casa de su padre, en Ruán. Para distraerlo, Maxime Du Camp fue a acompañarlo. Los dos amigos hicieron algunas excursiones por los alrededores. Juntos descendieron por el río Sena y fueron a Caudebec-en-Caux, y Du Camp dice que Flaubert vio en la iglesia de ese pueblo un vitral que describe la vida de san Julián, “y que en él concibió la idea de su cuento”. No hay ningún vitral en Caudebec que se refiera a san Julián, sólo una estatuilla del santo y, como lo ha conjeturado M. A. M Gossez, es probable que, ante esta estatuilla de Caudebec, Flaubert evocara el recuerdo del vitral de la catedral de Ruán, el cual, en efecto, fue el que inspiró su cuento. Ese vitral aún existe. Es muy famoso y ha sido descrito en una obra de Jacinto Langlois, grabador ruanés, maestro de dibujo del joven Flaubert: Ensayo histórico y descriptivo de la pintura sobre vidrio, que nos proporciona una reproducción. Así que Flaubert tenía muchas razones para conocer a san Julián. Más tarde, cuando Charpentier quiso hacer una edición de lujo de los Tres cuentos, Flaubert no aceptó otra ilustración que no fuera la de Langlois, lo que provocó que estuviera a punto de pelearse con su editor.
El orden de los Tres cuentos de este volumen no es en absoluto el orden de su composición, Flaubert escribió San Julián primero, después Un corazón sencillo y más tarde Herodías. Se había ocupado ya, desde hacía veinte años, del primer de aquellos temas y, desde entonces, el escenario dormía en esos cartones.
En sus Recuerdos literarios, Maxime du Camp da información que es verdadera y falsa a la vez sobre los Tres cuentos. Verdadera en cuanto a que las circunstancias que evocan en el recuerdo son exactas. Falsa, porque los detalles son pura fantasía.
He aquí lo que nos muestra la correspondencia de Flaubert y los documentos verdaderos; cuando el joven estudiante tuvo que renunciar a continuar sus estudios debido a la crisis nerviosa que tuvo en el camino a Pont l’Evêque, en compañía de su hermano Achylle (en enero de 1844, y no en octubre de 1843, como lo afirma Du Camp), permaneció mucho tiempo en casa de su padre, en Ruán. Para distraerlo, Maxime Du Camp fue a acompañarlo. Los dos amigos hicieron algunas excursiones por los alrededores. Juntos descendieron por el río Sena y fueron a Caudebec-en-Caux, y Du Camp dice que Flaubert vio en la iglesia de ese pueblo un vitral que describe la vida de san Julián, “y que en él concibió la idea de su cuento”. No hay ningún vitral en Caudebec que se refiera a san Julián, sólo una estatuilla del santo y, como lo ha conjeturado M. A. M Gossez, es probable que, ante esta estatuilla de Caudebec, Flaubert evocara el recuerdo del vitral de la catedral de Ruán, el cual, en efecto, fue el que inspiró su cuento. Ese vitral aún existe. Es muy famoso y ha sido descrito en una obra de Jacinto Langlois, grabador ruanés, maestro de dibujo del joven Flaubert: Ensayo histórico y descriptivo de la pintura sobre vidrio, que nos proporciona una reproducción. Así que Flaubert tenía muchas razones para conocer a san Julián. Más tarde, cuando Charpentier quiso hacer una edición de lujo de los Tres cuentos, Flaubert no aceptó otra ilustración que no fuera la de Langlois, lo que provocó que estuviera a punto de pelearse con su editor.