Memorias de un cortesano de 1815 es la segunda novela de la segunda serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.
La obra, considerada una de las más humorísticas de la serie, nos adentra en el estrambótico mundo de la corte de Fernando VII, dominada por personajes ignorantes y avispados que hacen y deshacen, tiran y aflojan cada uno en la medida de sus posibilidades, según los peores usos de la monarquía absolutista.
«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, doy principio a la historia de una parte muy principal de mi vida; quiero decir que empiezo a narrar la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes, por los cuales pasé en poco tiempo, desde el más oscuro antro de las regias covachuelas, a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla.»
Esta vez el protagonista y narrador es don Juan Bragas de Pipaón, que conocimos en el episodio precedente como secundario. Pérez Galdós reflejó a través de este histriónico personaje la inmoralidad de la corte de Fernando VII. Su ascenso imparable hasta formar parte íntima de la corte, sin estar dotado de mucho talento, nos demuestra hasta qué punto resultaba picaresca la vida en Palacio.
La obra, considerada una de las más humorísticas de la serie, nos adentra en el estrambótico mundo de la corte de Fernando VII, dominada por personajes ignorantes y avispados que hacen y deshacen, tiran y aflojan cada uno en la medida de sus posibilidades, según los peores usos de la monarquía absolutista.
«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, doy principio a la historia de una parte muy principal de mi vida; quiero decir que empiezo a narrar la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes, por los cuales pasé en poco tiempo, desde el más oscuro antro de las regias covachuelas, a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla.»
Esta vez el protagonista y narrador es don Juan Bragas de Pipaón, que conocimos en el episodio precedente como secundario. Pérez Galdós reflejó a través de este histriónico personaje la inmoralidad de la corte de Fernando VII. Su ascenso imparable hasta formar parte íntima de la corte, sin estar dotado de mucho talento, nos demuestra hasta qué punto resultaba picaresca la vida en Palacio.