David completa su sueldo de empleado de seguridad en el metro de Barcelona con lo que cobra participando en la grabación de vídeos de pornografía sadomasoquista. Desde ambos submundos, el de los túneles, los conflictos y la violencia ocasional del trabajo, y el del mercado del sexo y la violencia comercial de la pornografía sadomasoquista, encuentra caminos hacia su propia búsqueda y descubrimiento. Por un lado, el despertar de inquietudes políticas marcadas y poco comunes, el descubrimiento del anarquismo barcelonés, y la aceptación de la violencia como respuesta en la lucha social. Por otro, el despertar de la mano de Evelyn, la ex dómina profesional que dirige las grabaciones pornográficas, de su ser sumiso y masoquista y el hallazgo de la violencia como objeto de entrega absoluta y placer real, más allá de las sesiones de grabación, pues David acepta una relación con Evelyn, llena de significado, aunque lastrada por la negatividad y las voces de su duro pasado como dominante profesional.
Ambos aspectos avanzan conflictivamente en David agitados por un empleo duro y en un entorno opresivo que da forma a una sentida y audaz identidad violenta, una agitación reflexiva, resuelta, de fondo:
“Una identidad violenta significa atreverse a interrogar y a golpear aquello que no responde, que no cumple lo que promete, que abandona sus presupuestos con la estela de un largo fraude. Una identidad violenta significa atreverse a quedar desvinculado de lo que se espera de uno según su ocupación, su edad, su formación o el entorno del que procede. Una identidad violenta significa comprender que el ser humano es parte de la naturaleza y eso significa que nace no sólo con el derecho a defenderse sino, mucho más importante todavía, también con el derecho a atacar”.
Una crítica social general y de la Barcelona moderna y su pulso urbano, y una perspectiva profunda sobre la sexualidad sadomasoquista y su significado.
www.joseluisdanwart.com
Ambos aspectos avanzan conflictivamente en David agitados por un empleo duro y en un entorno opresivo que da forma a una sentida y audaz identidad violenta, una agitación reflexiva, resuelta, de fondo:
“Una identidad violenta significa atreverse a interrogar y a golpear aquello que no responde, que no cumple lo que promete, que abandona sus presupuestos con la estela de un largo fraude. Una identidad violenta significa atreverse a quedar desvinculado de lo que se espera de uno según su ocupación, su edad, su formación o el entorno del que procede. Una identidad violenta significa comprender que el ser humano es parte de la naturaleza y eso significa que nace no sólo con el derecho a defenderse sino, mucho más importante todavía, también con el derecho a atacar”.
Una crítica social general y de la Barcelona moderna y su pulso urbano, y una perspectiva profunda sobre la sexualidad sadomasoquista y su significado.
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