De todas las ilustraciones que Dios empleó en el Antiguo Testamento para revelarse y desplegar su proceder, el tabernáculo en el desierto es sin lugar a duda la más destacada. Es un semillero de la mayoría de las doctrinas del Nuevo Testamento y un cursillo de introducción para a aquel que quiere conocer su Biblia.
Bien se ha llamado el tabernáculo el Evangelio según Moisés. De este hombre dijo Jesús: “De mí escribió él”. No debemos pensar en el tabernáculo como algo de compararse con las llamativas pirámides egipcias, las catacumbas de Roma o la Abadía de Westminster. Miguel Ángelo, por ejemplo, era un genio, pero no es su clase de habilidad la que se despliega en el tabernáculo.
Este santuario ocupa una parte significativa de la Biblia. Se asigna a la descripción del tabernáculo en Éxodo ocho veces el espacio que ocupa el relato de la creación en Génesis. La lectura obligatoria para este cursillo de estudio, abarcando no sólo la estructura en sí sino también el uso de sus enseres y la función de sus ministros, consiste en por lo menos una docena de capítulos al final del Éxodo, un número parecido al principio de Levítico, quizás dos capítulos en Deuteronomio, cuatro en Hebreos y varios trozos en Apocalipsis.
El estudiante comenzaría por los capítulos en el Antiguo Testamento, llegando luego a los dos libros del Nuevo. Obtendría relativamente poco provecho de su esfuerzo hasta llegar a Hebreos 8 al 10, pero aun el investigador avanzado repasa el material repetidas veces y explora las referencias y aplicaciones menos obvias en la Palabra de Dios, notando las comparaciones y los contrastes con la creación, el templo, la Iglesia y otras instituciones divinas.
Bien se ha llamado el tabernáculo el Evangelio según Moisés. De este hombre dijo Jesús: “De mí escribió él”. No debemos pensar en el tabernáculo como algo de compararse con las llamativas pirámides egipcias, las catacumbas de Roma o la Abadía de Westminster. Miguel Ángelo, por ejemplo, era un genio, pero no es su clase de habilidad la que se despliega en el tabernáculo.
Este santuario ocupa una parte significativa de la Biblia. Se asigna a la descripción del tabernáculo en Éxodo ocho veces el espacio que ocupa el relato de la creación en Génesis. La lectura obligatoria para este cursillo de estudio, abarcando no sólo la estructura en sí sino también el uso de sus enseres y la función de sus ministros, consiste en por lo menos una docena de capítulos al final del Éxodo, un número parecido al principio de Levítico, quizás dos capítulos en Deuteronomio, cuatro en Hebreos y varios trozos en Apocalipsis.
El estudiante comenzaría por los capítulos en el Antiguo Testamento, llegando luego a los dos libros del Nuevo. Obtendría relativamente poco provecho de su esfuerzo hasta llegar a Hebreos 8 al 10, pero aun el investigador avanzado repasa el material repetidas veces y explora las referencias y aplicaciones menos obvias en la Palabra de Dios, notando las comparaciones y los contrastes con la creación, el templo, la Iglesia y otras instituciones divinas.