En la noche, con el simple gesto de la presencia, la brisa vestida de una materia inalcanzable, surcaste la cara delicada de la incrédula vida que nunca creyó en la
vida, la estrella fugaz se dejó caer, le posaste la mano al verso, y leí lo que me
diste, “El edén de Salomé”. ¿Estaba triste la noche? Posible. ¿Palpitaba? Sí.
Como palpitan las medusas bajo el agua. Nació, apenas ha crecido, apenas
crecerá, pero nació. Nació así, como nacen las cosas que nunca vivirán. Mejor
hacer lo que no se puede hacer, borrar los recuerdos, dejar la página en blanco,
cruzar la calle, comprobar las pulseras, los collares, los pañuelos de seda, la
marea tierra adentro, la humedad, comprobar la páginas en blanco, esas humedades
deshojando la tierra de la carne, de los olvidadizos sueños colgantes, la noche
aquella que no existió, tan viva
vida, la estrella fugaz se dejó caer, le posaste la mano al verso, y leí lo que me
diste, “El edén de Salomé”. ¿Estaba triste la noche? Posible. ¿Palpitaba? Sí.
Como palpitan las medusas bajo el agua. Nació, apenas ha crecido, apenas
crecerá, pero nació. Nació así, como nacen las cosas que nunca vivirán. Mejor
hacer lo que no se puede hacer, borrar los recuerdos, dejar la página en blanco,
cruzar la calle, comprobar las pulseras, los collares, los pañuelos de seda, la
marea tierra adentro, la humedad, comprobar la páginas en blanco, esas humedades
deshojando la tierra de la carne, de los olvidadizos sueños colgantes, la noche
aquella que no existió, tan viva