Estos cuentos escritos por el gran autor José Güell y Renté relatan la conquista de Kiskeya, Ayiti, Veragoa y las otras regiones del Caribe desde la perspectiva de los caciques Guacanajarí, Anacaona y Quibiam.
Guacanajarí, que hasta el momento convivía felizmente con Ainaima y sus hijos, cae enamorado de una hermosa extranjera. Pese a que establece una alianza con Cristóbal Colón, los abusos de los conquistadores provocan que sus súbditos, liderados por el cacique Caonabo, se rebelen valientemente. El rey, que se opone al ataque, es herido de muerte por Caonabo y, cuando regresa Colón a la isla con numerosos refuerzos, percibe que se acerca su final y el de su pueblo. Arrasadas las tierras de sus ancestros, muertos Ainaima y sus hijos, perdida la esperanza de volver a ver a la extranjera, Guacanajarí ciñe justo antes de morir su corona de oro en la frente al gran Caonabo, pues comprende que el cacique, apresado a su vez por los extranjeros, no pretendía sino salvar a los suyos.
Guacanajarí narra los hechos acaecidos desde el sepulcro; así concluye el cuento: "el alma se separó del cuerpo y dormí en el sepulcro hasta hoy, que el destino quiere que cante por última vez los días de mi triste vida".
Anacaona nos lleva a un majestuoso relato, narrado desde el fondo de su alma, con tal sentimiento que nos hace sentir en nuestra propia alma su dolor, tal como ella misma concluye: "Los ojos los fijé en el cielo, y el espíritu, lleno de caridad y de justicia, puro como las aguas del Juna, a donde nací, se desprendió de la cárcel que lo encerraba para subir a la eternidad de los inmortales…"
Quibiam, gran cacique guerrero, no pudo ser vencido por su poderío y su gran valentía para el combate. Se enfrentó contra las expediciones de los españoles por casi nueve años. Mediante un ardid fue capturado, pero por su astucia logró escapar y reunirse con sus guerreros y durante varios años luchó contra los españoles. Hay hipótesis que señalan que Quibiam es el mismo cacique llamado Urracá del gran cacicazgo de Veragua.
Varios siglos han pasado desde sus muertes, pero la onda de los siglos han detenido su interminable movimiento, y en las eternas noches ha penetrado el rayo divino de la inspiración, para inmortalizar la historia de los desventurados reyes de Kiskeya, Ayiti y de Veragoa y la generación infeliz de sus valientes tribus. El canto de estos valientes lo escuchará el mundo, y durará para siempre, mientras el sol alumbre la tierra…
Guacanajarí, que hasta el momento convivía felizmente con Ainaima y sus hijos, cae enamorado de una hermosa extranjera. Pese a que establece una alianza con Cristóbal Colón, los abusos de los conquistadores provocan que sus súbditos, liderados por el cacique Caonabo, se rebelen valientemente. El rey, que se opone al ataque, es herido de muerte por Caonabo y, cuando regresa Colón a la isla con numerosos refuerzos, percibe que se acerca su final y el de su pueblo. Arrasadas las tierras de sus ancestros, muertos Ainaima y sus hijos, perdida la esperanza de volver a ver a la extranjera, Guacanajarí ciñe justo antes de morir su corona de oro en la frente al gran Caonabo, pues comprende que el cacique, apresado a su vez por los extranjeros, no pretendía sino salvar a los suyos.
Guacanajarí narra los hechos acaecidos desde el sepulcro; así concluye el cuento: "el alma se separó del cuerpo y dormí en el sepulcro hasta hoy, que el destino quiere que cante por última vez los días de mi triste vida".
Anacaona nos lleva a un majestuoso relato, narrado desde el fondo de su alma, con tal sentimiento que nos hace sentir en nuestra propia alma su dolor, tal como ella misma concluye: "Los ojos los fijé en el cielo, y el espíritu, lleno de caridad y de justicia, puro como las aguas del Juna, a donde nací, se desprendió de la cárcel que lo encerraba para subir a la eternidad de los inmortales…"
Quibiam, gran cacique guerrero, no pudo ser vencido por su poderío y su gran valentía para el combate. Se enfrentó contra las expediciones de los españoles por casi nueve años. Mediante un ardid fue capturado, pero por su astucia logró escapar y reunirse con sus guerreros y durante varios años luchó contra los españoles. Hay hipótesis que señalan que Quibiam es el mismo cacique llamado Urracá del gran cacicazgo de Veragua.
Varios siglos han pasado desde sus muertes, pero la onda de los siglos han detenido su interminable movimiento, y en las eternas noches ha penetrado el rayo divino de la inspiración, para inmortalizar la historia de los desventurados reyes de Kiskeya, Ayiti y de Veragoa y la generación infeliz de sus valientes tribus. El canto de estos valientes lo escuchará el mundo, y durará para siempre, mientras el sol alumbre la tierra…