En la era contemporánea del judaísmo moderno hubo dos intentos organizados de colonización que atrajeron a miles de judíos.
Uno, en la Argentina, cuando un filántropo, el Barón Hirsh, va a llevar a cabo la epopeya de salvar a miles de perseguidos, maltratados y humillados por los Zares. El Barón crea la JCA y adquiere tierras
en la Argentina y miles de judíos arriban a las costas del “rincón mas lejano del mundo” para respirar libertad y ser “productivos.
Paralelamente, en Palestina, arriban las primeras corrientes inmigratorias con aspiraciones similares y nacionales y ser “productivos”.
Los dos procesos ocurren al final del siglo XIX.
A los dos ámbitos llega casi el mismo material humano con ideales diferentes, pero muy parecidos.
En la Argentina se desarrolla La Colonia con sus Cooperativas, máxima expresión de solidaridad, igualdad y ayuda mutua.
En Palestina va nacer una nueva sociedad, el Kibutz, granja cooperativa comunal social y económica absoluta con aspiración de crear un solar patrio (frente al “judío errante”) y con base ideológica de igualdad que niega la propiedad privada, lucha contra todas las injusticias y brega por “llegar a la naturaleza”: ser un pionero campesino productivo.
Este sueño ideológico–nacionalista fusionado atrae como un imán a movimientos juveniles judíos.
En el apogeo de las Colonias, antes del declive, a fines de los cuarenta del siglo XX, el Peronismo sacude a la Argentina desde la Quiaca a Usuhaia y en Palestina se erige el Estado Judío.
Estos eventos influyen en las decisiones de la Diáspora en esta área... y ahí, justo ahí, subo yo al escenario con este relato.
Peregrino por diversos países, ideologías y experiencias, el narrador de esta novela testimonial –que, a la vez, documenta una historia a la vez habitual de su generación pero poco conocida- inicia el recorrido que le proporciona su memoria lejana en una humilde colonia judía entrerriana, Walter Moss, que formó parte del proyecto utópico pero verdadero del Barón Hirsch para rescatar a sus paisanos europeos de las persecuciones y el antisemitismo. Y llega hasta nuestros días, en un extenso recorrido puntuado por personajes poco convencionales, descarados toqueteos con la historia y confesiones reveladoras. David Keidar maneja una prosa poco habitual en este tipo de recorridos. Sin lamentaciones ni estridencias, recorre con el tono de un gaucho compartiendo una ronda de mate (o a su equivalente de compañeros alrededor de una fogata en la noche kibutziana) pequeñas historias que se van engarzando
con la precisión de un orfebre y completan un retrato minimalista, pero necesario, que da cuenta de una vida de nuestro tiempo y un fragmento de la historia mundial que merece conocerse.
Uno, en la Argentina, cuando un filántropo, el Barón Hirsh, va a llevar a cabo la epopeya de salvar a miles de perseguidos, maltratados y humillados por los Zares. El Barón crea la JCA y adquiere tierras
en la Argentina y miles de judíos arriban a las costas del “rincón mas lejano del mundo” para respirar libertad y ser “productivos.
Paralelamente, en Palestina, arriban las primeras corrientes inmigratorias con aspiraciones similares y nacionales y ser “productivos”.
Los dos procesos ocurren al final del siglo XIX.
A los dos ámbitos llega casi el mismo material humano con ideales diferentes, pero muy parecidos.
En la Argentina se desarrolla La Colonia con sus Cooperativas, máxima expresión de solidaridad, igualdad y ayuda mutua.
En Palestina va nacer una nueva sociedad, el Kibutz, granja cooperativa comunal social y económica absoluta con aspiración de crear un solar patrio (frente al “judío errante”) y con base ideológica de igualdad que niega la propiedad privada, lucha contra todas las injusticias y brega por “llegar a la naturaleza”: ser un pionero campesino productivo.
Este sueño ideológico–nacionalista fusionado atrae como un imán a movimientos juveniles judíos.
En el apogeo de las Colonias, antes del declive, a fines de los cuarenta del siglo XX, el Peronismo sacude a la Argentina desde la Quiaca a Usuhaia y en Palestina se erige el Estado Judío.
Estos eventos influyen en las decisiones de la Diáspora en esta área... y ahí, justo ahí, subo yo al escenario con este relato.
Peregrino por diversos países, ideologías y experiencias, el narrador de esta novela testimonial –que, a la vez, documenta una historia a la vez habitual de su generación pero poco conocida- inicia el recorrido que le proporciona su memoria lejana en una humilde colonia judía entrerriana, Walter Moss, que formó parte del proyecto utópico pero verdadero del Barón Hirsch para rescatar a sus paisanos europeos de las persecuciones y el antisemitismo. Y llega hasta nuestros días, en un extenso recorrido puntuado por personajes poco convencionales, descarados toqueteos con la historia y confesiones reveladoras. David Keidar maneja una prosa poco habitual en este tipo de recorridos. Sin lamentaciones ni estridencias, recorre con el tono de un gaucho compartiendo una ronda de mate (o a su equivalente de compañeros alrededor de una fogata en la noche kibutziana) pequeñas historias que se van engarzando
con la precisión de un orfebre y completan un retrato minimalista, pero necesario, que da cuenta de una vida de nuestro tiempo y un fragmento de la historia mundial que merece conocerse.
