He trabajado más de dos décadas en la publicación femenina española más importante. El año pasado celebró su 50 aniversario. Yo llegaría a la redacción bastante tiempo después de su lanzamiento, pero conservo aquel primer número que mi madre llevó a casa en 1963. Era un ejemplar con papel de gramaje rasposo y lomo cosido con grapas. La mancheta tenía un aire a escultura de Giacometti, un poco evanescente. Parecía flotar en aquella portada mate en la que se eternizaba una modelo de perfil, una nefertiti con moño, de estilo afrancesado. En su interior se alojaban artículos sobre los Beatles, vestidos galácticos de Cardin y Paco Rabanne, reseñas de películas y novelas. Sin televisión por cable, sin internet, sin iPhone ni iPad, aquella revista era lo más moderno que pasaba por las vidas de miles de jóvenes españolas.
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