Meghan Chase tenía un destino secreto, un destino que jamás habría imaginado...
En la vida de Meghan siempre había habido algo extraño, desde que su padre desapareció cuando ella tenía seis años. Nunca había encajado en la escuela ni en casa.
Cuando un siniestro desconocido comenzó a observarla desde lejos y su mejor amigo se convirtió en su incansable guardián, Meghan presintió que su vida iba a dar un vuelco.
Pero jamás habría imaginado la verdad: que era la hija de un mítico rey del mundo de los duendes y las hadas y que, inmersa en una guerra implacable en la que era un peón de ambos bandos, tendría que descubrir hasta dónde estaba dispuesta a llegar para salvar a quien amaba, atajar un mal misterioso al que ninguna criatura mágica osaba enfrentarse... y descubrir el amor con un joven príncipe que quizá prefiriera verla muerta a permitir que tocara su corazón helado.
Me llamo Meghan Chase.
En menos de veinticuatro horas cumpliré dieciséis años. Los dulces dieciséis. Suena mágico. Se supone que, a esa edad, las niñas se vuelven princesas, se enamoran, van a fiestas, a bailes de promoción y cosas así. Se han escrito un sinfín de relatos, canciones y poemas sobre esa edad maravillosa en la que encuentras el amor verdadero, las estrellas brillan por ti y el apuesto príncipe te lleva en volandas hacia el atardecer.
No creo que ése vaya a ser mi caso.
En la vida de Meghan siempre había habido algo extraño, desde que su padre desapareció cuando ella tenía seis años. Nunca había encajado en la escuela ni en casa.
Cuando un siniestro desconocido comenzó a observarla desde lejos y su mejor amigo se convirtió en su incansable guardián, Meghan presintió que su vida iba a dar un vuelco.
Pero jamás habría imaginado la verdad: que era la hija de un mítico rey del mundo de los duendes y las hadas y que, inmersa en una guerra implacable en la que era un peón de ambos bandos, tendría que descubrir hasta dónde estaba dispuesta a llegar para salvar a quien amaba, atajar un mal misterioso al que ninguna criatura mágica osaba enfrentarse... y descubrir el amor con un joven príncipe que quizá prefiriera verla muerta a permitir que tocara su corazón helado.
Me llamo Meghan Chase.
En menos de veinticuatro horas cumpliré dieciséis años. Los dulces dieciséis. Suena mágico. Se supone que, a esa edad, las niñas se vuelven princesas, se enamoran, van a fiestas, a bailes de promoción y cosas así. Se han escrito un sinfín de relatos, canciones y poemas sobre esa edad maravillosa en la que encuentras el amor verdadero, las estrellas brillan por ti y el apuesto príncipe te lleva en volandas hacia el atardecer.
No creo que ése vaya a ser mi caso.