El tener la oportunidad de viajar con hijo a Los Estados Unidos de América, conocer el país más poderoso del mundo, la potencia mundial, el país llamado “El país de las oportunidades” donde tantos millones de personas quieren algún día conocer, nos hacía sentir muy felices y sobre todo muy privilegiados. Infortunadamente el no conocer bien era la vida de un inmigrante y sobre todo ilegal en Estados Unidos tuve que comenzar de cero. Realizar los trabajos más pesados, sucios, y deplorables. Además tuvimos que vivir con personas totalmente extrañas, porque los costos de vida eran demasiados altos. Y aunque trabajaba como un animal, los siete días de la semana apenas podía sobrevivir.
Además el miedo y la constante zozobra que nos cogiera la policía, que me golpearan hasta dejarme inconsciente, que me metieran a la cárcel y peor aún, que me quitaran a mi hijo era una pesadilla. Viviendo en una condición tan inhumana, sin ningún tipo de calidad de vida, y peor aún, sin ninguna esperanza de progresar. No podía acceder a una cuenta bancaría, mucho menos podía acceder a un préstamo. Tampoco podíamos tener lo más básico que era un servicio médico. Por lo que prácticamente teníamos que tratar de ser invisibles ante el sistema. Teniendo en cuenta que cuando se emigra a otro país, en realidad se deja la vida en el país de origen. Todo eso me hizo hacer ver que no era vida, ni para mi hijo ni para mí, pues irónicamente estaba viviendo con más peligro en los Estados Unidos que en Colombia.
Después de estar viviendo por más de tres años en forma ilegal, y habiendo podido lograr nuestro objetivo que era el que mi hijo y yo aprendiéramos el idioma Inglés, decidí que era tiempo para regresarnos a vivir a Colombia. Sentía que afortunadamente tenía más capacidades para realizar otros trabajos más productivos e interesantes. Además que no valía la pena continuar desperdiciando la vida de mi hijo ni tampoco la mía, que era la forma como vivíamos y era lo único que nos ofrecía el sistema de los Estados Unidos por ser inmigrantes indocumentados.
Por todo lo que me tocó vivir quiero dar el mensaje “Es triste ver como tantos y tantos millones de personas en el mundo se ven en la necesidad de abandonar sus tierras, sus familias, y en si toda su vida, para poder sobrevivir. De verdad que es completamente lamentable de que esto lo tengamos que vivir a diario. El tener la oportunidad de viajar con hijo a Los Estados Unidos de América, conocer el país más poderoso del mundo, la potencia mundial, el país llamado “El país de las oportunidades” donde tantos millones de personas quieren algún día conocer, nos hacía sentir muy felices y sobre todo muy privilegiados. Infortunadamente el no conocer bien era la vida de un inmigrante y sobre todo ilegal en Estados Unidos tuve que comenzar de cero. Realizar los trabajos más pesados, sucios, y deplorables. Además tuvimos que vivir con personas totalmente extrañas, porque los costos de vida eran demasiados altos. Y aunque trabajaba como un animal, los siete días de la semana apenas podía sobrevivir.
Además el miedo y la constante zozobra que nos cogiera la policía, que me golpearan hasta dejarme inconsciente, que me metieran a la cárcel y peor aún, que me quitaran a mi hijo era una pesadilla. Viviendo en una condición tan inhumana, sin ningún tipo de calidad de vida, y peor aún, sin ninguna esperanza de progresar. No podía acceder a una cuenta bancaría, mucho menos podía acceder a un préstamo. Tampoco podíamos tener lo más básico que era un servicio médico. Por lo que prácticamente teníamos que tratar de ser invisibles ante el sistema. Teniendo en cuenta que cuando se emigra a otro país, en realidad se deja la vida en el país de origen. Todo eso me hizo hacer ver que no era vida, ni para mi hijo ni para mí, pues irónicamente estaba viviendo con más peligro en los Estados Unidos que en Colombia. Por lo que definitivamente ser indocumentado es como estar muerto en vida.
Además el miedo y la constante zozobra que nos cogiera la policía, que me golpearan hasta dejarme inconsciente, que me metieran a la cárcel y peor aún, que me quitaran a mi hijo era una pesadilla. Viviendo en una condición tan inhumana, sin ningún tipo de calidad de vida, y peor aún, sin ninguna esperanza de progresar. No podía acceder a una cuenta bancaría, mucho menos podía acceder a un préstamo. Tampoco podíamos tener lo más básico que era un servicio médico. Por lo que prácticamente teníamos que tratar de ser invisibles ante el sistema. Teniendo en cuenta que cuando se emigra a otro país, en realidad se deja la vida en el país de origen. Todo eso me hizo hacer ver que no era vida, ni para mi hijo ni para mí, pues irónicamente estaba viviendo con más peligro en los Estados Unidos que en Colombia.
Después de estar viviendo por más de tres años en forma ilegal, y habiendo podido lograr nuestro objetivo que era el que mi hijo y yo aprendiéramos el idioma Inglés, decidí que era tiempo para regresarnos a vivir a Colombia. Sentía que afortunadamente tenía más capacidades para realizar otros trabajos más productivos e interesantes. Además que no valía la pena continuar desperdiciando la vida de mi hijo ni tampoco la mía, que era la forma como vivíamos y era lo único que nos ofrecía el sistema de los Estados Unidos por ser inmigrantes indocumentados.
Por todo lo que me tocó vivir quiero dar el mensaje “Es triste ver como tantos y tantos millones de personas en el mundo se ven en la necesidad de abandonar sus tierras, sus familias, y en si toda su vida, para poder sobrevivir. De verdad que es completamente lamentable de que esto lo tengamos que vivir a diario. El tener la oportunidad de viajar con hijo a Los Estados Unidos de América, conocer el país más poderoso del mundo, la potencia mundial, el país llamado “El país de las oportunidades” donde tantos millones de personas quieren algún día conocer, nos hacía sentir muy felices y sobre todo muy privilegiados. Infortunadamente el no conocer bien era la vida de un inmigrante y sobre todo ilegal en Estados Unidos tuve que comenzar de cero. Realizar los trabajos más pesados, sucios, y deplorables. Además tuvimos que vivir con personas totalmente extrañas, porque los costos de vida eran demasiados altos. Y aunque trabajaba como un animal, los siete días de la semana apenas podía sobrevivir.
Además el miedo y la constante zozobra que nos cogiera la policía, que me golpearan hasta dejarme inconsciente, que me metieran a la cárcel y peor aún, que me quitaran a mi hijo era una pesadilla. Viviendo en una condición tan inhumana, sin ningún tipo de calidad de vida, y peor aún, sin ninguna esperanza de progresar. No podía acceder a una cuenta bancaría, mucho menos podía acceder a un préstamo. Tampoco podíamos tener lo más básico que era un servicio médico. Por lo que prácticamente teníamos que tratar de ser invisibles ante el sistema. Teniendo en cuenta que cuando se emigra a otro país, en realidad se deja la vida en el país de origen. Todo eso me hizo hacer ver que no era vida, ni para mi hijo ni para mí, pues irónicamente estaba viviendo con más peligro en los Estados Unidos que en Colombia. Por lo que definitivamente ser indocumentado es como estar muerto en vida.